En Jesús, somos un cuerpo unificado, cada uno de nosotros somos miembros interconectados de ese cuerpo. Somos parte de un todo, unidos en Cristo Jesús.
Es importante reconocer que cualquier miembro que se aparte de este cuerpo, está destinado a perecer. Por esta razón, debemos mantener una estrecha unión con Jesús, la iglesia y el Espíritu Santo, a fin de no encontrarnos fuera del cuerpo de Cristo. En Jesús encontramos vida, mientras que fuera de Él nos aguarda la desolación y la muerte.
Cuando nos encontramos enfermos, no se trata simplemente de un malestar físico común, sino de una señal de que algo no funciona correctamente en el cuerpo. Del mismo modo, en el ámbito espiritual, nuestra mejor medicina consiste en buscar a Jesús.
Debemos comprender que, al estar en Cristo, formamos un solo cuerpo. Sin embargo, cuando nos encontramos aquí físicamente pero no en comunión con Cristo, nuestro cuerpo clama que algo anda mal. Esto nos señala la necesidad de que la iglesia sea un cuerpo unificado, en perfecta armonía y comunión.