Queridos hermanos y hermanas, hoy quiero hablarles de un tema que es tanto un llamado a la reflexión como a la acción: “La Decadencia de la Iglesia”. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha pasado por épocas de esplendor y también de declive. Hoy, queremos entender cómo podemos prevenir esta decadencia y mantener nuestra fe y comunidad fuertes. Comencemos reflexionando sobre lo que nos dice Pedro en 1 Pedro 1:18-25. Este pasaje nos recuerda que hemos sido redimidos con la preciosa sangre de Cristo, un recordatorio del increíble valor de nuestra salvación. ¿Cuántas veces olvidamos el precio pagado por nuestra redención y vivimos de manera indiferente? La decadencia comienza cuando perdemos de vista este sacrificio y dejamos de vivir en santidad. Es vital que recordemos constantemente el costo de nuestra redención y respondamos con una vida de pureza y obediencia. Pablo también nos ofrece una advertencia poderosa en Gálatas 2:17-18. Aquí, nos insta a no volver a construir lo que una vez destruimos. Si volvemos a nuestros antiguos pecados y errores, nos hacemos transgresores de nuevo. Como iglesia, debemos ser vigilantes y no permitir que las prácticas del pasado nos alejen del camino de Dios. Nuestra fe debe ser activa y siempre en crecimiento, no retrocediendo a los viejos hábitos que nos alejaron de Dios. En Gálatas 3:1, Pablo llama a los gálatas insensatos por haberse desviado de la fe después de haber recibido el Espíritu. Esta es una advertencia para nosotros hoy. La decadencia espiritual puede instalarse cuando dejamos que nuestras mentes y corazones se desvíen de la verdad del Evangelio. Mantenernos firmes en nuestra fe y en la Palabra de Dios es crucial para evitar esta trampa. Pedro, en 2 Pedro 2:20-21, nos habla de la gravedad de caer después de haber conocido la verdad. Dice que es mejor no haber conocido el camino de la justicia que, después de conocerlo, apartarse de él. Este pasaje nos recuerda la seriedad de nuestra responsabilidad como creyentes. No podemos permitirnos ser complacientes. Debemos apoyarnos mutuamente, recordando siempre la seriedad de nuestra fe. Pablo, en Efesios 3:14-19, ora para que los creyentes sean fortalecidos en su interior, arraigados y cimentados en amor, y llenos de la plenitud de Dios. Este es un recordatorio de que la fuerza de la iglesia depende de nuestra profundidad en el amor de Cristo. Solo estando arraigados en su amor podemos resistir las pruebas y tentaciones que buscan debilitarnos. Finalmente, Santiago 1:5 nos anima a pedir sabiduría a Dios, quien la da generosamente. La sabiduría divina es esencial para navegar los desafíos de la vida y evitar la decadencia. Debemos ser humildes y buscar la guía de Dios en todas nuestras decisiones. Queridos hermanos y hermanas, la decadencia de la iglesia no es inevitable. Podemos aprender de las advertencias y enseñanzas de las Escrituras para mantenernos firmes y fieles. Vivamos siempre recordando el precio de nuestra redención, evitando volver a los viejos caminos, y buscando la sabiduría y el amor de Dios en cada paso. Que nuestro caminar diario refleje la gloria y santidad a la que hemos sido llamados. Amén.