Queridos hermanos y hermanas, es un privilegio estar aquí reunidos para explorar juntos el profundo misterio del Cordero y el León, manifestado en nuestro Señor Jesucristo. Como bien nos recuerda la Palabra de Dios, en diferentes pasajes se nos revela a Jesús como Cordero y como León.
La Biblia nos presenta a Jesús como Cordero, un símbolo de su sacrificio perfecto por nuestra redención. Y en contraste, lo muestra como León, el poderoso Rey de reyes y Señor de señores. Sin embargo, debemos ser originales en nuestra comprensión, ya que el diablo, aunque llamado León, siempre intentará copiar lo que hace Jesús. Es crucial que mantengamos la autenticidad en nuestra fe.
En Apocalipsis 5:1-4, vemos la visión de Juan del libro sellado con siete sellos, representando el destino de la humanidad. Solo el Cordero es digno de abrirlo, revelando así su autoridad y su papel crucial en el plan de salvación.
Cuando Adán pecó en el Edén, trajo consigo la muerte y la separación de Dios para toda la humanidad. Nosotros, como descendientes de Adán, éramos propiedad del diablo debido al pecado. Antes, para acercarse a Dios, era necesario purificarse, y esto se lograba a través de sacrificios de animales, como se describe en Éxodo 12:1-14.
Pero en su infinita misericordia, Dios diseñó un plan de salvación. Y aquí es donde entra en escena nuestro Salvador, Jesucristo. Él se levantó como el Cordero sacrificado, ofreciendo su vida para redimirnos de nuestros pecados. Su sacrificio perfecto nos limpia y nos reconcilia con Dios.
Sin embargo, Jesús no se queda como un Cordero sacrificado. Se levanta como un León, el Rey de reyes y Señor de señores, como se nos muestra en Apocalipsis 1:9-20. Su victoria sobre la muerte y el pecado nos da vida eterna y nos asegura un lugar en su reino.
Todo aquel en que cree en Jesucristo es salvo, por eso debemos confesar nuestros pecados y redimirnos ante la bondad y el amor de Dios y decretar que Jesucristo es nuestro único salvador.
Jesús como cordero vencio al pecado, pero como León para vencer a satanas.
Por lo tanto, hermanos y hermanas, recordemos siempre el misterio del Cordero y el León en nuestra vida diaria. Que podamos vivir en la gratitud por el sacrificio de Jesús, confiando en su poder soberano para guiarnos y protegernos. Y mientras esperamos su regreso glorioso, vivamos en santidad y servicio, preparándonos para su venida, como nos exhorta 2 Pedro 3:13-14. Amén.