La prédica nos desafía a examinar nuestra relación con Dios:
¿Estamos buscando saciar nuestra sed en fuentes equivocadas?
¿Hemos preparado un aposento en nuestro corazón para recibir al Señor?
¿Estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros en adoración y entrega?
Hoy Jesús sigue diciendo: “Dame de beber.” Él anhela nuestra atención, pero también nos ofrece el agua viva que sacia nuestra alma. Es tiempo de abrir nuestros corazones y permitir que Él transforme nuestras vidas.