Texto Base: Juan 20:11-16 (NVI) “Pero María se quedó afuera llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabeza y otro a los pies. ‘Mujer, ¿por qué lloras?’, le preguntaron. ‘Porque se han llevado a mi Señor’, respondió ella, ‘y no sé dónde lo han puesto’. Al decir esto, se volvió y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era él. ‘Mujer’, le preguntó Jesús, ‘¿por qué lloras? ¿A quién buscas?’. Suponiendo que era el jardinero, ella le dijo: ‘Señor, si tú lo has sacado de aquí, dime dónde lo has puesto y yo iré por él’. Jesús le dijo: ‘¡María!’. Ella se volvió y exclamó: ‘¡Raboni!’ (que significa: ‘¡Maestro!’). ‘No me retengas’, le dijo Jesús. ‘Todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y a su Padre, a mi Dios y a su Dios””.
Querida comunidad, ¿han sentido alguna vez que Dios está lejos, inalcanzable en medio de la tristeza y la pérdida? En este pasaje impactante de Juan 20:11-16, descubrimos una verdad transformadora sobre nuestro Señor: Él es el Dios que se acerca. Acompáñenme mientras exploramos juntos esta revelación extraordinaria.
I. La Tristeza de María:
II. La Búsqueda Desesperada:
III. La Revelación Transformadora:
IV. El Llamado Personal:
V. El Encargo de Jesús:
Hermanos y hermanas, recordemos hoy que servimos a un Dios que no está lejos en nuestros momentos de dolor y confusión. Jesús es el Dios que se acerca, que conoce nuestras lágrimas y busca transformar nuestras tristezas en alegría. Que podamos experimentar la cercanía de Dios en cada etapa de nuestra vida, sabiendo que Él está siempre presente, listo para revelarse y transformar nuestras lágrimas en adoración.
*”No me retengas”, le dijo Jesús. ‘Todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y a su Padre, a mi Dios y a su Dios”” (Juan 20:17). Amén.