La ley de Dios ha sido un tema de controversia a lo largo de la historia. En Gálatas 3:19, Pablo explica que la ley fue dada “a causa de las transgresiones” y que tenía un propósito temporal hasta la venida de Cristo. La ley no fue dada para salvar, sino para revelar el pecado y mostrar nuestra necesidad de un Salvador.
Pablo aclara que la ley fue un “tutor” para guiarnos hacia Cristo. Nos muestra nuestra incapacidad para cumplir los mandamientos de Dios y, por lo tanto, nuestra necesidad de la gracia. La ley señala a Cristo, quien la cumplió completamente para darnos la salvación por fe.
La ley no anula la promesa de Dios hecha a Abraham. Esta promesa se cumple en Cristo, quien es la verdadera simiente a través de la cual todas las naciones son bendecidas. En Jesús, encontramos el cumplimiento de la ley y la justicia que viene por la fe.
En conclusión, la ley revela nuestra pecaminosidad y nos lleva a la gracia de Cristo. Vivimos ahora en libertad, no bajo la carga de la ley, sino guiados por la gracia y el amor de Dios en Jesús.