En Mateo 14:17 vemos que los discípulos le dijeron a Jesús: “No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.” Esta historia nos muestra que, aunque los recursos sean escasos, en las manos de Jesús son más que suficientes. Esto nos enseña que en el reino de Dios no se trata de lo que tenemos en nuestras manos, sino de la fe y la disposición para entregarlo todo al Señor.
Sin embargo, para entrar en este reino, primero es necesario el arrepentimiento. Jesús mismo comenzó su ministerio predicando: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). No puede haber un verdadero reino sin un cambio de corazón. Antes de ver el poder de Dios en nuestra vida, primero debemos reconocer nuestra necesidad de Él y rendirnos completamente a Su voluntad.
Muchas veces pensamos que el avivamiento es solo cuando el fuego de Dios cae, pero en realidad el avivamiento ocurre cuando ese fuego se expande en cada corazón, en cada familia y en toda la iglesia. Para que esto suceda, la clave es la humildad.
Jesús mismo fue el ejemplo perfecto de humildad. A pesar de ser el Hijo de Dios, se despojó de su gloria y venció todas las pruebas siendo obediente hasta la muerte. Si queremos ver un mover poderoso de Dios, primero debemos rendirnos a Él, ser humildes y estar dispuestos a superar cualquier prueba con la confianza de que Dios tiene el control.
En Mateo 6, Jesús nos enseña principios fundamentales del reino de Dios. Primero, nos muestra cómo debemos orar: el Padre Nuestro nos enseña a depender completamente de Dios, a buscar Su voluntad antes que la nuestra y a confiar en Él para nuestras necesidades diarias.
También habla del ayuno, dejando claro que no es para ser vistos por los hombres, sino para humillarnos delante de Dios y buscar su dirección. Además, Jesús nos advierte sobre la ansiedad y el afán por el futuro. Nos recuerda que Dios cuida de las aves del cielo y de los lirios del campo, y que si confiamos en Él, no debemos preocuparnos porque Él suplirá todas nuestras necesidades (Mateo 6:25-34).
Este capítulo nos llama a poner nuestra mirada en lo eterno y no en lo material, ya que donde esté nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón (Mateo 6:21).
En Mateo 14, vemos varios acontecimientos importantes: la muerte de Juan el Bautista, la alimentación de los cinco mil, Jesús caminando sobre el agua y la sanidad de muchos enfermos. Cada una de estas historias nos enseña algo clave sobre el poder y la autoridad de Jesús.
Cuando Pedro intentó caminar sobre el agua, lo logró mientras mantuvo su mirada en Jesús, pero cuando se distrajo con el viento y las olas, comenzó a hundirse. Esto nos muestra que mientras nuestra fe esté puesta en Dios, podremos vencer cualquier obstáculo. Pero si nos enfocamos en las circunstancias, el miedo nos hará caer.
También aprendemos que, aunque tengamos poco, si lo ponemos en las manos de Jesús, Él lo multiplicará. No debemos subestimar lo que Dios puede hacer con lo que le entregamos.
En muchas ocasiones, nos desesperamos y queremos que todo suceda de inmediato. Sin embargo, Dios tiene tiempos y procesos para cada uno de nosotros. Cuando seguimos la dirección de Dios, aprendemos a esperar y confiar en que Él tiene el control.
La paciencia es una señal de fe. Cuando sabemos que Dios está guiando nuestro camino, no necesitamos correr ni angustiarnos. En el momento perfecto, su propósito se cumplirá en nuestra vida.
En la iglesia y en nuestra vida cristiana podemos encontrar dos tipos de creyentes: los que enfrentan problemas y los que generan problemas. Los primeros buscan a Dios en medio de las pruebas, confían en Él y buscan soluciones en su presencia. Los segundos, en cambio, critican, murmuran y crean conflictos en lugar de edificar.
Cada uno de nosotros debe examinarse y preguntarse: ¿Soy una persona que edifica o que destruye? ¿Soy alguien que enfrenta las pruebas con fe o que se convierte en un obstáculo para los demás? Dios nos llama a ser de bendición y a caminar en unidad con nuestros hermanos.
Cuando Goliat apareció, fue el mismo Dios quien lo permitió. David no vio a Goliat como un problema, sino como una oportunidad para manifestar la gloria de Dios. Lo mismo ocurre en nuestra vida: las dificultades no son castigos, sino oportunidades para crecer en fe y ver la mano de Dios en acción.
Cuando David enfrentó a Goliat, las piedras que necesitaba ya estaban allí. Dios siempre provee lo necesario para nuestra victoria, solo necesitamos confiar en Él y dar el paso de fe.
El reino de Dios está disponible para todos, pero requiere un corazón arrepentido y humilde. El avivamiento no es solo un momento de fuego, sino una expansión del poder de Dios en nuestras vidas y en nuestra comunidad.
Debemos recordar que Dios siempre nos ve, incluso cuando el mundo nos rechaza. Su provisión nunca falla, y sus tiempos son perfectos. Cada prueba es una oportunidad para crecer y ver su gloria.
Así que no temas los desafíos, ni te preocupes por el futuro. Mantén tu mirada en Jesús, confía en su dirección y permite que Él sea el Rey de tu vida. ¡El Rey de Reyes está contigo!