La transformación no es solo futura; nuestra nueva naturaleza también se manifiesta hoy en nuestra vida diaria. Como nuevas criaturas, somos llamados a vivir con un propósito: ser embajadores de Cristo, mostrando Su amor y gracia al mundo. Aunque enfrentamos la tensión de lo temporal y lo eterno, el Espíritu Santo es nuestra garantía de lo que vendrá, motivándonos a caminar por fe y no por vista.
El desafío es permitir que esta nueva naturaleza guíe cada aspecto de nuestra vida, reflejando el carácter de Cristo en todo lo que hacemos.