La nueva naturaleza en Cristo nos invita a vivir como hijos de Dios, herederos de sus promesas, y nos llama a avanzar hacia la madurez espiritual, teniendo nuestras mentes renovadas y nuestros pensamientos puestos en lo que agrada a Dios. Esta vida transformada es un viaje continuo, en el cual, por la gracia de Dios, podemos experimentar la libertad, la paz y la plenitud que Él nos promete.