Nos reunimos bajo el título “La tierra seca está aquí, la tierra seca soy yo”. En estos tiempos de incertidumbre y sequedad espiritual, es crucial recordar las lecciones que nos enseña la Palabra de Dios.
Comenzamos con los versículos de Génesis 2:15 y Génesis 3:23, donde vemos cómo la relación entre el hombre y la tierra cambió drásticamente debido al pecado. Dios nos creó para ser guardianes y cultivadores de la tierra, para que prosperemos en comunión con Él. Sin embargo, la desobediencia nos llevó a ser expulsados del Edén, a abandonar la tierra fértil que Dios nos había dado.
Hoy nos encontramos preguntándonos: ¿Dónde está nuestra prosperidad? Muchas veces nos alejamos de Dios y dejamos atrás lo que Él nos ha dado, buscando nuestra propia satisfacción y olvidando nuestra conexión con la tierra y con nuestro Creador.
Dios, en Su amor y misericordia, nos ofrece una nueva oportunidad. Aunque nos haya sacado del Edén, Él no nos ha abandonado. Nos sigue llamando a cultivar la tierra que nos ha dado, a buscar Su presencia y a trabajar por el Reino de Dios aquí en la tierra seca en la que vivimos.
Recordemos que así como Dios formó al hombre fuera del jardín del Edén, Él también nos formó a nosotros, nos dio vida y nos puso en este mundo con un propósito. No importa cuán árida pueda parecer nuestra situación, Dios está con nosotros, dispuesto a regar nuestra tierra seca con Su gracia y amor, si solo volvemos a Él con corazones humildes y arrepentidos.
Hermanos y hermanas, en este día, reafirmemos nuestro compromiso de buscar a Dios, de cultivar la tierra que Él nos ha dado y de vivir en comunión con Él. Que nuestras vidas sean testimonio de Su amor y fidelidad, incluso en medio de la tierra seca que nos rodea. Amén.