Queridos hermanos y hermanas,
Hoy quiero invitarles a reflexionar sobre lo que significa la verdadera herencia. En Génesis 49:22-26, vemos cómo Jacob bendice a su hijo José, y a través de esta bendición, podemos aprender mucho sobre la herencia que realmente importa.
José es descrito como una rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro. Esta imagen nos muestra que la verdadera herencia comienza con una relación viva y constante con Dios, nuestra fuente de vida. Tal como una rama necesita estar conectada a la fuente de agua para dar fruto, nuestras vidas necesitan estar conectadas a Dios para ser verdaderamente fructíferas.
José no tuvo una vida fácil. Fue vendido por sus hermanos, encarcelado injustamente y olvidado en prisión. Sin embargo, el texto nos dice que su arco se mantuvo poderoso y sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob. Esto nos enseña que la verdadera herencia incluye la capacidad de perseverar y fortalecernos en medio de las pruebas, confiando en que Dios es nuestra fuerza y nuestro soporte.
Jacob bendice a José con bendiciones que son mayores que las bendiciones de sus progenitores. Estas bendiciones no son solo materiales, sino espirituales y eternas. Como padres, la mayor herencia que podemos dejar a nuestros hijos no se mide en términos de riquezas o propiedades, sino en una vida bendecida y guiada por Dios. Estas bendiciones incluyen protección, provisión y la presencia constante de Dios.
Aquí es donde quiero compartir una frase del evangelista Sebastián que me parece muy poderosa: “Un buen padre modela a Cristo en su hogar, modela amor, corrección y misericordia.” Esta es la verdadera herencia. No es suficiente con enseñar buenos principios; debemos vivirlos. El amor, la corrección y la misericordia deben ser evidentes en nuestra vida diaria. Nuestros hijos aprenden más de lo que ven en nosotros que de lo que les decimos.
Al considerar la vida de José y las bendiciones de su padre, podemos ver que la verdadera herencia es algo profundo y duradero. Es una herencia de fe, de fortaleza en las dificultades y de un ejemplo constante de amor y misericordia en nuestros hogares.
Oremos para que Dios nos dé la sabiduría y la fortaleza para ser ramas fructíferas, para perseverar en las adversidades y para modelar a Cristo en nuestros hogares. Que podamos dejar una herencia eterna a nuestros hijos, una herencia que realmente importe.
Que Dios les bendiga abundantemente.