Hoy nos reunimos para reflexionar sobre la pregunta que a menudo nos planteamos: ¿Para qué orar si Dios sabe todas las cosas? Es una interrogante que puede surgir en momentos de duda o confusión, pero la respuesta está claramente delineada en las Sagradas Escrituras.
En Mateo 6:5-7, Jesús nos enseña sobre la oración sincera y humilde, destacando la importancia de no caer en la hipocresía al orar en público, sino de dirigirnos a Dios con corazones sinceros y devotos. Aunque Dios conoce todas nuestras necesidades antes de que se las pidamos, Él desea que nos acerquemos a Él en oración, no solo para solicitar ayuda, sino también para fortalecer nuestra relación con Él.
En Mateo 6:8-15, Jesús nos enseña la oración del Padre Nuestro, un modelo que nos muestra cómo dirigirnos a Dios con reverencia y confianza. Esta oración nos recuerda que, aunque Dios conoce nuestras necesidades, debemos acudir a Él en busca de su voluntad y su provisión diaria.
3 Juan 1:2 nos revela el deseo de Dios de que prosperemos en todas las áreas de nuestra vida, tanto física como espiritualmente. La oración nos conecta con la fuente de toda bendición, permitiendo que la gracia divina fluya abundantemente en nuestras vidas.
Finalmente, en 1 Tesalonicenses 5:23, se nos insta a mantenernos completos, tanto en cuerpo, alma y espíritu, y a conservar nuestra comunión con Dios a través de la oración constante.
Por lo tanto, hermanos y hermanas, aunque Dios conoce todas las cosas, Él anhela que nos acerquemos a Él en oración, no solo para pedir ayuda, sino también para fortalecer nuestra relación con Él y experimentar su amor y provisión en nuestras vidas. Que la oración sea siempre una parte vital de nuestra vida espiritual, recordando que en ella encontramos consuelo, dirección y comunión con nuestro Padre celestial. Oremos sin cesar, confiando en su soberanía y amor infinito. Amén.