Alabanza en medio de la dificultad
Hermanos y hermanas en Cristo, hoy nos reunimos bajo el manto de Su gracia para celebrar la libertad de gozo que encontramos en Él, incluso en los momentos más difíciles de nuestras vidas. Nuestro enfoque está en Hechos 16:25-26, donde Pablo y Silas, encarcelados y en medio de la adversidad, alaban a Dios con todo su corazón. Imagina por un momento la escena: las cadenas pesadas envuelven sus muñecas, la oscuridad de la cárcel los rodea, y sin embargo, en lugar de lamentarse, ¡cantan alabanzas a Dios! ¿Qué poder, qué testimonio de fe inquebrantable es este? Es la libertad de gozo que solo puede venir de una conexión profunda con nuestro Señor. Hermanos y hermanas, en medio de nuestros propios desafíos y tribulaciones, ¿Cómo respondemos? ¿Nos hundimos en la desesperación o levantamos nuestros ojos hacia el cielo y entonamos cánticos de alabanza? No olvidemos que no estamos aquí simplemente para ser ministrados, sino para ser ministros del amor y la gracia de Dios para aquellos que nos rodean. En estos tiempos difíciles, el mundo necesita desesperadamente el testimonio de nuestra fe inamovible, nuestra alegría inexplicable en medio de la tormenta. Que nuestra alabanza no sea solo un acto de devoción personal, sino un faro de esperanza para los perdidos y necesitados. Recordemos que Dios nunca nos abandona en nuestras pruebas. Él está con nosotros en medio del fuego ardiente y la tormenta furiosa. Cuando alabamos en medio de la dificultad, abrimos las puertas para que Él actúe en maneras que nunca podríamos imaginar. Así que levantemos nuestras voces y nuestros corazones en alabanza, no importa cuán oscura sea la noche, porque en Él encontramos nuestra verdadera libertad y gozo. Que nuestra alabanza sea un eco del amor eterno de Dios, resonando en los corazones de todos los que nos rodean. ¡Que sea así en el nombre poderoso de Jesús!. En Hebreos 13:15, se nos recuerda: “Así que ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”. Esta es una llamada a una vida de adoración constante, incluso cuando las circunstancias nos desafían. Hermanos y hermanas, en medio de nuestros propios desafíos y tribulaciones, ¿cómo respondemos? ¿Nos hundimos en la desesperación o levantamos nuestros ojos hacia el cielo y entonamos cánticos de alabanza? No olvidemos que no estamos aquí simplemente para ser ministrados, sino para ser ministros del amor y la gracia de Dios para aquellos que nos rodean. En estos tiempos difíciles, el mundo necesita desesperadamente el testimonio de nuestra fe inamovible, nuestra alegría inexplicable en medio de la tormenta. Que nuestra alabanza no sea solo un acto de devoción personal, sino un faro de esperanza para los perdidos y necesitados. Recordemos que Dios nunca nos abandona en nuestras pruebas. Él está con nosotros en medio del fuego ardiente y la tormenta furiosa. Cuando alabamos en medio de la dificultad, abrimos las puertas para que Él actúe en maneras que nunca podríamos imaginar. Así que levantemos nuestras voces y nuestros corazones en alabanza, no importa cuán oscura sea la noche, porque en Él encontramos nuestra verdadera libertad y gozo. Que nuestra alabanza sea un eco del amor eterno de Dios, resonando en los corazones de todos los que nos rodean. ¡Que sea así en el nombre poderoso de Jesús! Amén.