Sermon'e

en June 1, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in tema Cristo me ha dado identidad & libros Gálatas, Isaías, Juan, Lucas, Mateo.

El caracter de Cristo

Traemos de fábrica un molde de carácter: temperamento, heridas y hábitos. Cuando todo marcha bien, ese molde parece fuerte; pero basta una sacudida un despido, un diagnóstico, una crítica hiriente para revelar que, lejos de ser de acero, a veces es de cristal. Jesús nos muestra otra posibilidad: un carácter forjado por el Espíritu, tan dócil como firme, capaz de sostener el propósito aun cuando el confort desaparece, el dolor aprieta o el abandono hiere. Piensa en tu carácter como un cauce por donde corre tu alma. Si el cauce está agrietado, lo que fluye se contamina. El carácter de Cristo es un cauce distinto: limpio, profundo, imperturbable. Por él circulan esperanza en lugar de queja, obediencia en vez de rebeldía, ternura en lugar de dureza. Sin ese cauce, dice Jesús, “nada podemos hacer”; con él, hasta el desierto se vuelve jardín. Tres momentos en que Jesús pudo hacer su voluntad… y eligió la del Padre En cada punto de presión, Cristo muestra que la victoria no está en esquivar la presión, sino en permitir que el Espíritu transforme el cauce del corazón. Siete marcas del carácter de Cristo Estas marcas no son medallas visibles; son cicatrices interiores que revelan pertenencia. Pablo las llama “las marcas de Jesús” en su vida. Que el Dios de paz, que resucitó al gran Pastor de las ovejas, te perfeccione en toda buena obra para que hagas Su voluntad, haciendo Él en ti lo que le agrada. Que el carácter de Cristo sea tu marca, tu carta de presentación y tu legado.

en February 9, 2025
libros 1 Samuel, Isaías, Romanos, Salmos, in .

La Fe derriba gigantes

En la vida, todos enfrentamos desafíos que pueden parecer gigantes: problemas de salud, dificultades financieras, conflictos familiares o internos. Son momentos en los que el miedo y la ansiedad pueden ocupar nuestro corazón. Sin embargo, la Palabra de Dios nos muestra que, aunque los gigantes sean imponentes, Su poder y Su amor son mayores. Comencemos recordando las palabras de Isaías 7:4, donde el Señor aconseja: «Guárdate y repósate; no temas, ni se turbe tu corazón…» (RVR1960). Es una invitación a mantener la calma y la confianza, sabiendo que Dios está al control aun cuando todo parezca amenazador. El salmista declara: «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos…» (Salmos 46:1-2). Cuando el temor llegue, debemos recordar que el carácter de Dios es ser nuestro refugio. No es un refugio temporal o limitado, sino una cobertura constante. Más adelante, en Salmos 46:10-11, el Señor dice: «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios… Jehová de los ejércitos está con nosotros». La quietud a la que invita Dios no es pasividad, sino reposo confiado en Su presencia. Es reconocer que Su poder supera cualquier amenaza, y que Su compañía es suficiente para enfrentar cualquier gigante que nos desafíe. En la historia de David y Goliat, observamos la descripción de un gigante físicamente imponente (1 Samuel 17:4-7). Con su enorme estatura y su armadura colosal, infundía terror en el ejército de Israel, al punto de que el propio rey Saúl y sus hombres se acobardaron (1 Samuel 17:11-12). Hoy, nuestros “gigantes” pueden no ser un guerrero filisteo, pero pueden ser problemas que amenazan nuestra paz. Tal vez una enfermedad incurable, una crisis financiera, un problema en la familia o el desánimo y la duda. Sea cual sea la forma de ese gigante, el temor que provoca puede paralizarnos si no mantenemos la mirada en Dios. El eje fundamental de nuestra fe está en el amor de Dios hacia cada uno de nosotros: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito…» (Juan 3:16). Este amor se traduce en salvación y también en la certeza de que no enfrentamos los gigantes solos. Romanos 8:37 nos anima con estas palabras: «Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó». Cuando entendemos el amor de Dios, nos damos cuenta de que no se trata de nuestra fuerza o valor personal, sino de la victoria que proviene de Su respaldo. Ese amor nos impulsa a enfrentar los desafíos con el coraje que surge de la certeza de Su presencia. Observemos el corazón de David ante la amenaza de Goliat. Mientras todos se amedrentaban, David pregunta: «¿Quién es este filisteo incircunciso para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?» (1 Samuel 17:26). David no finge que el problema no existe; simplemente reconoce que el poder de Dios es mayor que cualquier enemigo. Cuando Saúl escucha sobre la determinación de David, intenta desanimarlo, pero David responde con confianza: «No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo» (1 Samuel 17:32). Esa valentía no nace de la arrogancia, sino de la convicción de que Dios no falla. David recuerda cómo Dios lo había librado de leones y osos, asegurando: «… este filisteo será como uno de ellos» (1 Samuel 17:36). Esto revela un principio esencial: la fe crece cuando recordamos las victorias pasadas que Dios nos ha dado. Finalmente, al enfrentarse a Goliat, David no se apoya en armaduras humanas, sino que declara: «Tú vienes a mí con espada y lanza… mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos…» (1 Samuel 17:45). Ese es el secreto de nuestro triunfo: la presencia y el poder de Dios van con nosotros. En cada uno de estos pasajes brilla una verdad fundamental: Dios es fiel y poderoso para librarnos de los gigantes que enfrentamos. Como David, podemos presentarnos ante cualquier desafío con la seguridad de que no luchamos solos, sino acompañados por el Señor de los ejércitos celestiales. Si hoy te sientes con temor, agotado o sin esperanza, recuerda que Dios se especializa en darle la victoria a quienes confían en Él. Alinea tu corazón con Su Palabra, descansa en Su amor y, con valentía, ¡da un paso de fe como lo hizo David!

en — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in tema Discípulos de Jesús & libros Efesios, Isaías, Mateo.

La buena tierra

La prédica titulada “La buena tierra” se centra en la parábola del sembrador, que se encuentra en Mateo 13:1-23. En esta parábola, Jesús habla sobre diferentes tipos de terreno que representan las diversas respuestas de las personas al mensaje del Reino de Dios. La “buena tierra” simboliza aquellos que escuchan la palabra, la entienden y dan fruto en abundancia. Los versículos de Mateo 25:14-15 y 19-30 complementan esta idea al hablar sobre los talentos que se les confían a los siervos. Cada uno recibe según su capacidad, y se les anima a multiplicar lo que se les ha dado. Esto resalta la importancia de ser buenos administradores de los dones y oportunidades que Dios nos otorga. En Efesios 2:10, se nos recuerda que somos creación de Dios, hechos para realizar buenas obras, lo que refuerza la idea de que debemos cultivar la buena tierra en nuestras vidas, produciendo frutos que glorifiquen a Dios. Los versículos de Mateo 25:28-29 nos advierten sobre la importancia de no desperdiciar lo que se nos ha dado, ya que a quienes tienen se les dará más. Finalmente, Isaías 6:10 menciona la dureza de corazón de algunos, que no entienden ni responden al mensaje, contrastando con aquellos que son como la buena tierra, receptivos y productivos. “La buena tierra” nos invita a reflexionar sobre cómo respondemos al mensaje de Dios y cómo podemos ser buenos administradores de los talentos y oportunidades que Él nos ha dado, buscando siempre dar fruto en nuestras vidas.

en December 11, 2024 — por .

El Apocalipsis desvelado pt6

La prédica “El Apocalipsis Desvelado” en su parte sexta, expone una visión clara y profunda sobre la soberanía de Cristo y el llamado urgente a la iglesia en los tiempos finales, basándose en pasajes clave de las Escrituras, ahora se habla de la iglesia filadelfia la cual tenia una caracteristica unica de las anteriores iglesias: Jesús es presentado como el que tiene autoridad suprema, simbolizada por la llave de David, capaz de abrir puertas que nadie puede cerrar. Este poder asegura a los creyentes que, si permanecen fieles, serán protegidos y recompensados con una corona eterna. La iglesia debe mantenerse firme en su misión y fidelidad, aun en medio de oposición (Apocalipsis 3:7-13; Isaías 22:22). Isaías describe su visión de la majestad de Dios, enfatizando Su santidad. Esto inspira a los creyentes a reconocer la grandeza de Dios y vivir en obediencia y reverencia, sabiendo que servimos a un Rey justo y santo (Isaías 6:1-3). En los tiempos finales, surgirán falsos profetas y señales engañosas. La iglesia es advertida a mantenerse alerta y aferrada a la verdad de Cristo, evitando ser desviada por milagros falsos o doctrinas erróneas (Mateo 24:24). Jesús es la revelación del Dios verdadero. Los creyentes son llamados a buscar una relación íntima con Él, encontrando en Su verdad la fortaleza y la esperanza necesarias para resistir las pruebas (1 Juan 5:20). Se proclama el dominio eterno de Cristo como el Príncipe de Paz, cuya justicia y autoridad no tienen fin. Este mensaje brinda consuelo a los creyentes, asegurando que el propósito de Dios se cumplirá plenamente (Isaías 9:6-7). Jesús exhorta a sus seguidores a estar vigilantes y orar en todo momento para ser encontrados dignos ante Su presencia en el día final. La oración y la vigilancia son clave para resistir las tentaciones y mantener una fe firme. (Lucas 21:36) La prédica exhorta a la iglesia a permanecer fiel, discernir la verdad, y vivir en santidad y preparación espiritual. Cristo, como soberano y juez justo, es la esperanza segura para todos los que confían en Él. La fidelidad y el compromiso con Dios son indispensables para enfrentar los desafíos de los últimos tiempos y recibir la promesa de vida eterna.

en December 8, 2024 — por .

Jesús cambia de lugar con nosotros

En la Biblia, varios pasajes reflejan cómo Jesús tomó nuestro lugar para liberarnos del pecado y restaurarnos ante Dios. Condición del Pecador (Levítico 13:45-46, 2 Reyes 15:5, Lucas 17:11-16): En el Antiguo Testamento, los leprosos eran excluidos de la sociedad, simbolizando la separación que el pecado genera entre Dios y el hombre. Jesús, al sanar a los diez leprosos (Lucas 17), mostró su poder para restaurar tanto físicamente como espiritualmente. Separación Causada por el Pecado (Isaías 59:1-2, Romanos 3:23): El pecado nos aparta de Dios, pero su misericordia no está limitada. Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria divina, lo que hace necesaria una intervención redentora. Jesús Toma Nuestro Lugar (Filipenses 2:5-8, 2 Corintios 5:21, 1 Pedro 2:21-24): Jesús, siendo Dios, se humilló tomando forma de siervo y murió en la cruz. En ese sacrificio, cargó nuestros pecados para que podamos recibir su justicia y vivir en santidad. Jesús cambió de lugar con nosotros al cargar nuestros pecados en la cruz. A través de su sacrificio, somos reconciliados con Dios y recibimos vida nueva. Su amor nos invita a responder con fe, obediencia y gratitud.