Sermon'e

en July 13, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Culto de adoración, in tema Jesús el Cristo & libros Juan, Mateo.

Jesús el Cristo: el verbo eterno que vino por las ovejas perdidas

En esta prédica recordamos que la barca somos nosotros, la Iglesia de Cristo. Aunque Jesús fue rechazado por los suyos, no se detuvo: salió de la casa, se sentó junto al mar, y fue al encuentro de la multitud. A través de su Palabra, Jesús sigue buscando corazones. Él es el Cristo, el Verbo eterno hecho carne, el Salvador que vino a levantar Su Iglesia entre los perdidos. Y quiero que escuchemos esto con el corazón abierto: no estamos aquí para hablar de religión, sino de una Persona viva, eterna, gloriosa y real: Jesús, el Cristo. Juan 1:1-14 “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…” Jesús no comenzó en Belén. Él no fue creado. Él es el principio de todo principio.¡Es Dios mismo!Juan lo llama “el Verbo”, es decir, la expresión perfecta de Dios. Y lo más sorprendente: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros…” ¡Esto es glorioso! El Dios eterno se metió en nuestra historia.No vino con espada ni con trono humano, sino con pañales y con una cruz. ¿Por qué lo hizo? porque nos amó. Porque vio nuestra miseria y decidió no dejarnos así. Si alguna vez dudas del amor de Dios, mira a Jesús en un pesebre… y luego míralo en la cruz.Allí está la prueba más grande de que Dios te quiere con locura santa. II. JESÚS: EL ENVIADO A LAS OVEJAS PERDIDAS Mateo 15:24 “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.” Jesús declara aquí con claridad que vino con un propósito. Él no vino a hacer milagros por deporte, ni a filosofar sobre el universo, él vino a buscar a los perdidos. La casa de Israel había recibido promesas, pactos, profetas. Y ahora, llegó el cumplimiento: Jesús, el Cristo.Pero incluso entre los suyos, muchos no lo reconocieron. Aun así, Él buscaba a las ovejas:– a los que lloraban,– a los rechazados,– a los endemoniados,– a los pecadores cansados de pecar. Y lo más hermoso:¡Sigue haciéndolo hoy! Tal vez tú te alejaste, tal vez te sientes indigno, impuro, lejos, Jesús no vino a buscar a los perfectos, sino a las ovejas perdidas.Y si tú estás perdido, entonces ¡eres el objetivo perfecto del amor de Cristo! III. JESÚS: EL MAESTRO ENTRE LA MULTITUD Mateo 13:1-2 “Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar…” ¡Qué detalle más hermoso! Jesús no se escondía en palacios, ni en oficinas celestiales, Jesús salía de la casa, se sentaba entre la gente, y enseñaba con parábolas. Él no hablaba solo a sabios, hablaba a pescadores, agricultores, madres, niños. Y la gente se agolpaba para oírle, porque sus palabras tenían vida. Él sembraba la Palabra como un sembrador,esperando corazones fértiles. ¿Queremos ver vidas transformadas? Entonces necesitamos sembrar como Jesús:– Con sencillez– Con paciencia– Y desde el amor Cristo nos enseña que el verdadero ministerio no se hace desde la altura, sino desde la cercanía. Jesús no es solo un personaje histórico, Jesús no es solo un nombre en una oración, Jesús es el Cristo:– El Verbo eterno– El Enviado del cielo– El Salvador de los perdidos– El Maestro de las multitudes– El Rey que viene otra vez Y hoy te pregunta: ¿Solo sabes de mí, o me conoces?¿Soy una historia bonita o tu Salvador vivo?¿Me escuchas de lejos o caminas conmigo?

en July 13, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in tema Jesús el Cristo & libros Lucas, Mateo.

Jesús el Cristo: bautizos

Jesús el Cristo” es una predicación que nos lleva al corazón del mensaje eterno de Dios: el cumplimiento de Su promesa en la persona de Jesucristo, el Ungido, el Salvador del mundo. A través de Lucas 3:1-6, contemplamos cómo, en medio de un mundo dominado por el poder humano, la hipocresía religiosa y el vacío espiritual, Dios rompe el silencio y levanta una voz en el desierto: Juan el Bautista, quien no busca fama, ni templos, ni puestos… sino preparar el camino para Aquel que es digno de toda gloria. Su mensaje sigue tronando con poder: “Arrepiéntanse y bautícense para el perdón de sus pecados.” Juan no llama a la comodidad, sino al cambio. No predica emociones, predica decisión. Y esa decisión se manifiesta visiblemente en el bautismo, que no es un rito religioso, ni una simple tradición, sino una respuesta obediente al llamado de Dios. Es el momento en que el corazón arrepentido dice: “Estoy listo para morir a mí mismo y vivir para Cristo.” Jesús mismo ratificó esta verdad al dar la Gran Comisión: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” —Mateo 28:19 Y añadió con claridad: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” —Marcos 16:16 No es casualidad. El bautismo es parte del camino recto que Dios llama a preparar. Como enseñó el apóstol Pablo: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” —Romanos 6:3-4 Este es el punto central de la predicación: Jesús no vino a maquillarnos el pecado, vino a crucificarlo. No vino a darnos una vida retocada, vino a darnos una vida resucitada. Cada alma que responde al evangelio, desciende al agua en humildad, renunciando al viejo hombre, y sale con una nueva identidad en Cristo, marcada no por religión, sino por redención. Hoy, más que nunca, necesitamos escuchar ese clamor que resuena desde el desierto:“Preparen el camino del Señor… Él viene, y viene por corazones rendidos, por vidas transformadas, por discípulos bautizados en su nombre.” El llamado sigue vigente. No es para unos pocos. Es para todo aquel que cree y desea ver la salvación de Dios manifestarse en su vida. Arrepiéntete. Cree. Sé bautizado en el nombre de Jesús.Porque el Cristo ya vino… y volverá.¿Estás listo?

en July 9, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Fuertes en la Palabra, in tema Jesús el Cristo & libros 1 Pedro, 2 Corintios, Hebreos, Juan, Mateo, Salmos.

Jesús es el Cristo: el camino abierto, el reino recibido

Jesús no fue simplemente un profeta, un maestro sabio o un mártir de la historia; Él es el Cristo, el Ungido de Dios, el Hijo eterno que vino a cumplir todas las promesas del Antiguo Testamento. Su sufrimiento en la cruz, su resurrección, su ascensión y el envío del Espíritu Santo son evidencias de su identidad como el Mesías prometido. Jesús es el Cristo que abre el camino hacia el Padre, transforma nuestro corazón, nos hace parte de su Reino y nos llama a vivir como pueblo santo. No se trata solo de conocer datos sobre Jesús, sino de conocerlo a Él como el Cristo vivo que reina y transforma. I. El Cristo crucificado y glorificado Texto: Mateo 27:30-57 En este pasaje vemos a Jesús siendo burlado, golpeado, crucificado y muriendo. A simple vista, es una escena de derrota, pero en realidad es una proclamación de victoria. La cruz no fue un accidente ni una tragedia: fue el trono en el que el Cristo fue entronizado. En el momento en que el velo del templo se rasga, se abre el camino a una nueva realidad espiritual: Dios ya no habita en un templo hecho por manos humanas, sino que habita en los corazones de los redimidos. Jesús, el Cristo, no solo sufrió… Él reinó desde la cruz. II. El Cristo que envía al Consolador Texto: Juan 16:7 Jesús les dice a sus discípulos que les conviene que Él se vaya. ¿Quién dice algo así si no tiene algo mucho mejor preparado? Él se va, pero no nos deja huérfanos. El Cristo resucitado y glorificado envía al Espíritu Santo para morar en nosotros. Ya no lo vemos con los ojos, pero lo experimentamos con el alma. El Espíritu testifica que Jesús es el Cristo, y nos guía a toda verdad. La presencia del Espíritu en nosotros no es una emoción pasajera: es la evidencia de que el Rey vive en su pueblo. III. El Cristo que abrió un nuevo y vivo camino Texto: Hebreos 10:19-29 Gracias a la sangre de Jesús tenemos plena libertad para entrar al Lugar Santísimo. Este es uno de los frutos más gloriosos de la obra de Cristo. El Cristo no solo perdonó nuestros pecados, sino que restauró nuestra comunión con el Padre. Ya no vivimos con miedo, ni con culpa, ni con cargas religiosas: vivimos en libertad, en una relación de hijos con un Padre amoroso. Por eso, el autor de Hebreos nos llama a mantenernos firmes, a no retroceder, a valorar el sacrificio de Cristo como lo más sagrado. El que rechaza esta gracia está despreciando al mismo Cristo. IV. El Cristo que transforma nuestro deleite Texto: Salmo 37:4 “Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón.” Esta promesa no significa que Dios es un genio que concede caprichos, sino que cuando Cristo es nuestro deleite, Él mismo transforma nuestros deseos. Ya no anhelamos cosas pasajeras, sino cosas eternas. El que ha visto a Cristo como el tesoro supremo, ya no busca otras fuentes. En Cristo está el gozo completo, la paz que sobrepasa todo entendimiento, y el descanso del alma cansada. V. El Cristo que nos hizo su pueblo Texto: 1 Pedro 2:9 Ya no somos huérfanos, ni ignorados, ni olvidados. Somos linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios. ¿Para qué? Para que anunciemos las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. El Cristo no vino solo a rescatarnos del pecado, sino a darnos una nueva identidad. Ya no vivimos por nosotros mismos, sino como embajadores del Reino, representantes del Cristo en la tierra. La salvación no es solo perdón: es un nuevo propósito, una nueva misión. VI. El Cristo que hace nuevas todas las cosas Texto: 2 Corintios 5:17 Si alguno está en Cristo, nueva criatura es. Esta es una de las evidencias más poderosas de que Jesús es el Cristo: Él transforma vidas. No mejora, no maquilla… ¡renueva! Cambia corazones de piedra por corazones sensibles. Cambia adicciones por adoración. Cambia rencores por perdón. Si Jesús fuera solo un líder religioso, no tendría este poder. Pero como es el Cristo, su obra no termina en la cruz: sigue transformando vidas hoy. Aplicación y llamado final: Hoy el Espíritu nos dice: Jesús es el Cristo. No basta con saberlo de oído, necesitamos conocerlo de corazón. Él es el camino al Padre, la respuesta a nuestras preguntas, el Salvador de nuestra alma y el Señor de nuestra vida. No te conformes con una religión que habla de Cristo: vive una relación con Cristo. ¿Lo conoces de verdad? ¿Es tu Rey, tu deleite, tu identidad, tu Salvador?

en July 6, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Culto de adoración, in tema Jesús el Cristo & libros 1 Corintios, Colosenses, Hechos de los apóstoles, Juan, Lucas, Mateo, Romanos.

Cristo sigue vive y sigue obrando

Como cristianos, muchas veces podemos hablar de Jesús con facilidad: sabemos que es el Hijo de Dios, que sanó enfermos, que multiplicó los panes y los peces, que predicó el Reino y trajo esperanza. Podemos recitar sus milagros, sus palabras, sus parábolas… pero la gran pregunta que quiero dejarte hoy es esta: ¿qué tanto sabes de Jesús… y qué tanto realmente lo conoces? Porque saber de alguien y conocerlo personalmente son dos cosas totalmente distintas. Podemos decir con certeza que Jesús transformó nuestras vidas, que nos levantó cuando nadie más lo hizo, que nos dio paz, gozo, propósito, dirección y vida. Cada uno de nosotros ha tenido un encuentro diferente con Él, según la necesidad en la que estábamos. Algunos lo conocieron como su sanador, otros como su libertador, otros como su consolador, y muchos como su Salvador. Y es que así es Jesús: se nos revela en el momento exacto, en el área donde más lo necesitamos. Según cómo lo hayamos conocido, así es también como lo compartimos y lo describimos a otros. La Biblia nos enseña que ni siquiera la eternidad será suficiente para conocer por completo a Jesús, tal es la grandeza de su gloria. Y lo más poderoso es que no fue que tú o yo lo encontramos a Él, sino que Él salió a nuestro encuentro. Él nos buscó, nos llamó por nuestro nombre y nos ofreció vida, y vida en abundancia. Jesús no solo hizo maravillas en la tierra durante su ministerio, sino que hoy sigue obrando con poder. Dígale a dos o tres personas: “¡Cristo sigue obrando!”. Él no ha cambiado, sigue siendo el mismo. En Hechos 2 leemos que Jesús de Nazaret fue varón aprobado por Dios, un hombre influyente que anduvo en obediencia, haciendo la voluntad del Padre. Y no solo vino a enseñarnos, vino a entregarse por nosotros. Colosenses 2:14 dice: “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.” Esa fue su muestra más grande de amor: entregar su vida para reconciliarnos con el Padre. Su muerte fue un antes y un después en la historia de la humanidad. Pero lo más impactante es que su muerte no fue el final. ¡Después de la cruz, vino la resurrección! La resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe. Es el hecho más importante de la historia humana. Es lo que diferencia al cristianismo de cualquier otra creencia o religión. Como dice una canción: la tumba de Mahoma está ocupada, la tumba de Alá también; pero la tumba de Jesús está vacía. ¿Y por qué es tan vital que Jesús resucitara? Porque Él mismo lo prometió (Mateo 16:21), porque Él es la resurrección y la vida (Juan 11:25–26), porque su resurrección demuestra que es Dios (Romanos 1:4), que venció la muerte (Romanos 6:8–9), y porque en su resurrección se transforma nuestra naturaleza caída (1 Corintios 15:50–55). Hechos 1:1–3 nos habla de que Jesús, antes de ascender, dio muchas pruebas indubitables de que estaba vivo. ¿Qué son pruebas indubitables? Son evidencias irrefutables. La Biblia menciona varias apariciones: a María Magdalena, a los discípulos, a los dos en el camino a Emaús, a Pedro, a más de 500 personas, y a los doce en la ascensión. La tumba vacía (Mateo 28:1) y las marcas de la cruz (Juan 20:25–28) también son prueba de ello. Cuando algo está vivo, deja evidencia. Y Cristo dejó evidencias poderosas. Un ejemplo claro es el de Saulo, quien tras un encuentro con Jesús se convirtió en Pablo. Su vida fue transformada completamente. Ya no vivía él, sino Cristo en él. Dio frutos, predicó, sufrió, se entregó, amó y vivió para Cristo. ¿Cuántas pruebas más necesita el mundo para entender que Jesús no solo vivió, sino que vive? Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:25–40). Él es nuestro alimento eterno. Quien va a Él y cree en Él tiene vida. Quien se alimenta de Cristo no muere, sino que pasa de muerte a vida. En nosotros nace la esperanza de que Él volverá. Hechos 1:11 nos recuerda que así como ascendió, así también regresará. Y eso es lo que nos llena de esperanza: que un día estaremos con Él por la eternidad. El mundo te quiere hacer creer que solo nacemos, nos reproducimos y morimos. Pero Cristo te dice: “Antes de formarte en el vientre, te conocí, te di identidad, propósito y destino”. Él está preparando moradas para nosotros. Por eso, no te aferres a lo temporal. Aférrate a lo eterno. Busca primero el Reino de Dios y su justicia, y lo eterno será tu recompensa. Sí, hay muchas carencias en este mundo, pero hay una esperanza que lo llena todo: Cristo. Él venció la muerte, y volverá por su iglesia. Así como dice la canción: “La muerte venciste, el velo partiste”, y hoy esa victoria es también tuya y mía.

en June 29, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in tema El favor no merecido & libros Mateo, Proverbios.

El lugar de la respuesta

Amados hermanos y hermanas, hoy quiero compartir con ustedes un mensaje poderoso sobre el lugar de la respuesta, ese lugar donde nuestras preguntas, nuestras dudas y nuestras necesidades encuentran su solución. Este lugar no es solo un sitio físico, sino un lugar espiritual, un lugar donde nuestro corazón se encuentra con Jesús. En Mateo 15:22-24 encontramos la historia de una mujer cananea que, desesperada por la necesidad de sanidad para su hija, se acerca a Jesús. Ella no es parte del pueblo de Israel, pero su fe es tan grande que se atreve a clamar: “Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí.” Jesús, en un primer momento, parece no responder. De hecho, dice que no ha sido enviado sino a las ovejas perdidas de Israel. Pero la mujer, en su fe perseverante, no se detiene. “Sí, Señor, pero aún los perrillos comen de las migas que caen de la mesa de sus amos.” ¡Qué respuesta tan impresionante de esta mujer! Ella no solo busca una respuesta, sino que reconoce la autoridad de Jesús, y su fe es tal que Jesús no puede hacer otra cosa más que honrarla. Él le dice: “Oh mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como quieres.” Y en ese instante, su hija fue sanada. Hermanos, este es el lugar de la respuesta. Jesús no solo responde por nuestra necesidad, sino que responde a nuestra fe. La mujer cananea no buscaba a Jesús solo por lo que podía obtener, sino que lo buscaba porque creía que Él era capaz de cambiar su situación. La misericordia de Jesús se derrama sobre aquellos que se acercan con fe genuina. Ahora, no puedo dejar de pensar en algo importante: ¿Dónde estamos buscando nuestras respuestas? Muchas veces, nos acercamos a Jesús con nuestras peticiones, pero, en el fondo, ¿estamos buscando una respuesta que se ajuste a nuestros propios intereses? O peor aún, ¿estamos buscando las respuestas en otros lugares, en otras personas, en fuentes que no son Jesús? Jesús mismo nos enseña, en Mateo 11:25-30, que el verdadero descanso está en Él. Él nos invita a venir a Él, los que estamos cansados y agobiados, porque Él nos dará descanso. El lugar de la respuesta no está en los hombres ni en las mujeres, no está en las soluciones humanas, ni en los consejos que el mundo nos ofrece. La respuesta está en Jesús. Solo en Él encontramos la paz verdadera, solo en Él encontramos la dirección correcta. Ahora bien, hermanos, hay algo clave en todo esto: la actitud con la que nos acercamos a Jesús. En Mateo 27:3-4, vemos a Judas, quien se acercó a Jesús con un corazón equivocado. Él no buscaba redención, sino simplemente una forma de salir de la situación en la que se encontraba, y al final, su arrepentimiento no fue genuino. ¿Qué podemos aprender de esto? Que el lugar de la respuesta solo se encuentra cuando vamos con un corazón humilde, enseñable, y arrepentido. Cuando nuestra motivación es sincera, cuando realmente buscamos a Jesús no solo por lo que podemos obtener, sino por lo que Él es, allí encontramos la verdadera respuesta. Hermanos, la misericordia de Jesús es infinita, pero también nos invita a tener un corazón dispuesto. En Proverbios 29:1 leemos que el que se endurece tras muchas reprensiones será destruido. La humildad es clave. Cuando nos acercamos a Jesús con un corazón humillado, dispuesto a ser enseñados, a ser guiados por Él, esa es la actitud correcta para recibir lo que Él tiene para nosotros. El lugar de la respuesta, queridos, es el mismo lugar de descanso. Jesús nos invita a descansar en Él, a entregarle nuestras cargas, nuestras dudas, nuestras preguntas, y a confiar en que Él tiene la respuesta. Mateo 11:28-30 nos dice: “Vengan a mí todos los que están trabajados y cargados, y yo les daré descanso. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es fácil, y mi carga es ligera.” Hermanos, el lugar de la respuesta no es un lugar lejano ni inaccesible. Es un lugar de fe, de humildad, de descanso y de paz en Jesús. Él está dispuesto a responder, pero debemos acercarnos con el corazón dispuesto, con fe y confianza en Él. Mi invitación hoy es a que busquemos siempre el lugar de la respuesta en Jesús, y que nuestra fe sea como la de la mujer cananea, que no se conformó con una respuesta superficial, sino que clamó con un corazón lleno de fe. Que no busquemos las respuestas en el mundo, sino en Él. Que Dios les bendiga, y que encuentren en Jesús la respuesta a todas sus preguntas y necesidades.

en June 25, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Fuertes en la Palabra, in temas Dios se acerca, Discípulos de Jesús & libros Efesios, Hechos de los apóstoles, Lucas, Marcos, Mateo.

¿Cuanto cuesta reinar con Cristo?

La vida cristiana no es simplemente un boleto al cielo. Es una carrera, un proceso de transformación, una entrega radical. Cristo no llamó a admiradores, sino a discípulos. Y reinar con Él implica un precio, un nivel de renuncia y madurez que no siempre estamos dispuestos a asumir. Jesús no engañó a nadie: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23). Pero, ¿cuánto cuesta eso realmente? ¿Qué significa renunciar? ¿Qué recompensa hay en esta entrega? Mateo 13:44–46 Jesús compara el Reino con un tesoro escondido y una perla de gran precio. Ambos ejemplos tienen algo en común: quien los encuentra, vende todo lo que tiene para obtenerlos. Esto nos enseña algo poderoso:El Reino de Dios es un regalo, sí, pero abrazarlo en plenitud tiene un costo personal. Muchos quieren el tesoro, pero sin vender nada de lo suyo. Quieren reinar con Cristo, pero sin cargar la cruz. Efesios 4:13–19 Pablo habla de alcanzar la “estatura de la plenitud de Cristo” y no ser llevados por cualquier viento de doctrina. Pero también advierte sobre los que, teniendo apariencia de espiritualidad, están entenebrecidos en su entendimiento, ajenos a la vida de Dios. Reinar con Cristo no es una emoción, es una transformación.No es sólo un cambio de comportamiento, es una nueva naturaleza.No es solo conocer doctrina, es ser renovado en el espíritu de la mente. Muchos quieren autoridad sin formación. Quieren reinar sin haber sido quebrantados. Pero en el Reino, primero somos siervos antes de ser herederos. Marcos 10:17–31 El joven rico tenía todo, menos lo esencial: un corazón rendido. Jesús lo amó, pero también le dijo la verdad:“Una cosa te falta… vende todo lo que tienes y sígueme.” Este joven no estaba dispuesto. Se fue triste.¿Cuántos de nosotros queremos herencia sin entrega? Jesús termina con una promesa poderosa:“Todo el que haya dejado casas, hermanos… recibirá cien veces más… y en la vida venidera, la vida eterna.” Reinar con Cristo exige que dejemos de aferrarnos a lo terrenal para abrazar lo eterno. Hechos 7:54–60 Esteban fue un hombre lleno del Espíritu, sabiduría y poder. Pero su fidelidad le costó la vida.Él vio el cielo abierto y a Jesús de pie, no sentado. Como si Jesús mismo se levantara a honrar a su mártir. Reinar con Cristo no es para cobardes.Es para los que aman más su Reino que su comodidad. Esteban no murió en derrota, murió en victoria. Porque el que entrega su vida por Cristo, no pierde nada; lo gana todo. Lucas 15:8–10 Esta parábola de la moneda perdida nos recuerda algo profundo:Dios valora lo que muchos descartan. Y paga el precio de la búsqueda.Cada alma es valiosa para Él.Y si Él paga ese precio, ¿por qué nosotros deberíamos conformarnos con una vida mediocre? Reinar con Cristo comienza con valorar lo que Él valora: almas, verdad, santidad, comunión con el Padre. Hoy el Señor te pregunta: ¿Estás dispuesto a pagar el precio de reinar con Él? No con tristeza como el joven rico. No con dureza como los que resistieron a Esteban. Sino con gozo como quien encuentra un tesoro y vende todo por amor. Reinar con Cristo no es para después. Comienza hoy, en tu entrega diaria, en tu obediencia, en tu cruz.

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