Hermanos y hermanas, vamos a hablar sobre un tema fundamental para nuestra fe: “Nuestro Rey está en el trono”. La Palabra de Dios nos revela la majestad y la soberanía de nuestro Señor, y hoy nos sumergiremos en las Escrituras para entender mejor esta verdad. En Isaias 6:1 nos relata acerca de el año en que murió el rey Uzías, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Aquí vemos al profeta Isaías, en un momento de gran crisis nacional, viendo una visión que transforma su vida: Dios está en el trono, no importa lo que suceda en la tierra. En 2 Cronicas 26:3-7 nos habla que Uzías tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén cincuenta y dos años. Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho Amasías su padre. Y persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en visiones de Dios; y en estos días en que buscó a Jehová, él le prosperó. Salió y peleó contra los filisteos, y rompió el muro de Gat, el muro de Jabne y el muro de Asdod, y edificó ciudades en Asdod y en la tierra de los filisteos. Dios le dio ayuda contra los filisteos, y contra los árabes que habitaban en Gur-baal, y contra los amonitas. Uzías fue un rey que hizo lo recto ante los ojos de Dios y recibió la bendición y la prosperidad por su obediencia. Sin embargo, incluso cuando los grandes líderes como Uzías mueren, Dios sigue en el trono. Isaías vio a Dios sentado en un trono alto y sublime, recordándonos que la verdadera autoridad y poder están en las manos de Dios, no en los hombres. Hermanos, un padre puede pasar su identidad a su hijo. Uzías heredó la devoción a Dios de su padre Amasías, y esto nos muestra la importancia de la paternidad espiritual. Sin embargo, si no tenemos un padre, estamos totalmente desprotegidos. Necesitamos un padre espiritual, y más importante aún, necesitamos reconocer a Dios como nuestro Padre celestial. Cuando reconocemos que Dios es nuestro Padre, entendemos que estamos protegidos y amparados bajo su autoridad. No importa cuán grande sea la adversidad, no importa si los reyes y líderes terrenales fallan, nuestro Rey celestial siempre está en el trono. Su poder y autoridad son eternos, y en Él encontramos nuestra seguridad y nuestra identidad. Hermanos, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, sabiendo que nuestro Padre celestial está siempre en control. Al igual que Isaías, levantemos nuestra mirada y veamos la majestad de Dios, y al igual que Uzías, sigamos buscando al Señor con todo nuestro corazón. No estamos desprotegidos. No estamos solos. Tenemos un Padre que nos ama, que nos protege y que nos guía. Y ese Padre, nuestro Rey, está en el trono. Que esta verdad llene nuestros corazones de paz y confianza. Oremos para que Dios nos dé la fuerza y la fe para seguir adelante, sabiendo que nuestro Rey siempre reina y que su poder nunca se desvanece. Amén.