Sermon'e

en July 6, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Culto de adoración, in tema Jesús el Cristo & libros 1 Corintios, Colosenses, Hechos de los apóstoles, Juan, Lucas, Mateo, Romanos.

Cristo sigue vive y sigue obrando

Como cristianos, muchas veces podemos hablar de Jesús con facilidad: sabemos que es el Hijo de Dios, que sanó enfermos, que multiplicó los panes y los peces, que predicó el Reino y trajo esperanza. Podemos recitar sus milagros, sus palabras, sus parábolas… pero la gran pregunta que quiero dejarte hoy es esta: ¿qué tanto sabes de Jesús… y qué tanto realmente lo conoces? Porque saber de alguien y conocerlo personalmente son dos cosas totalmente distintas. Podemos decir con certeza que Jesús transformó nuestras vidas, que nos levantó cuando nadie más lo hizo, que nos dio paz, gozo, propósito, dirección y vida. Cada uno de nosotros ha tenido un encuentro diferente con Él, según la necesidad en la que estábamos. Algunos lo conocieron como su sanador, otros como su libertador, otros como su consolador, y muchos como su Salvador. Y es que así es Jesús: se nos revela en el momento exacto, en el área donde más lo necesitamos. Según cómo lo hayamos conocido, así es también como lo compartimos y lo describimos a otros. La Biblia nos enseña que ni siquiera la eternidad será suficiente para conocer por completo a Jesús, tal es la grandeza de su gloria. Y lo más poderoso es que no fue que tú o yo lo encontramos a Él, sino que Él salió a nuestro encuentro. Él nos buscó, nos llamó por nuestro nombre y nos ofreció vida, y vida en abundancia. Jesús no solo hizo maravillas en la tierra durante su ministerio, sino que hoy sigue obrando con poder. Dígale a dos o tres personas: “¡Cristo sigue obrando!”. Él no ha cambiado, sigue siendo el mismo. En Hechos 2 leemos que Jesús de Nazaret fue varón aprobado por Dios, un hombre influyente que anduvo en obediencia, haciendo la voluntad del Padre. Y no solo vino a enseñarnos, vino a entregarse por nosotros. Colosenses 2:14 dice: “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.” Esa fue su muestra más grande de amor: entregar su vida para reconciliarnos con el Padre. Su muerte fue un antes y un después en la historia de la humanidad. Pero lo más impactante es que su muerte no fue el final. ¡Después de la cruz, vino la resurrección! La resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe. Es el hecho más importante de la historia humana. Es lo que diferencia al cristianismo de cualquier otra creencia o religión. Como dice una canción: la tumba de Mahoma está ocupada, la tumba de Alá también; pero la tumba de Jesús está vacía. ¿Y por qué es tan vital que Jesús resucitara? Porque Él mismo lo prometió (Mateo 16:21), porque Él es la resurrección y la vida (Juan 11:25–26), porque su resurrección demuestra que es Dios (Romanos 1:4), que venció la muerte (Romanos 6:8–9), y porque en su resurrección se transforma nuestra naturaleza caída (1 Corintios 15:50–55). Hechos 1:1–3 nos habla de que Jesús, antes de ascender, dio muchas pruebas indubitables de que estaba vivo. ¿Qué son pruebas indubitables? Son evidencias irrefutables. La Biblia menciona varias apariciones: a María Magdalena, a los discípulos, a los dos en el camino a Emaús, a Pedro, a más de 500 personas, y a los doce en la ascensión. La tumba vacía (Mateo 28:1) y las marcas de la cruz (Juan 20:25–28) también son prueba de ello. Cuando algo está vivo, deja evidencia. Y Cristo dejó evidencias poderosas. Un ejemplo claro es el de Saulo, quien tras un encuentro con Jesús se convirtió en Pablo. Su vida fue transformada completamente. Ya no vivía él, sino Cristo en él. Dio frutos, predicó, sufrió, se entregó, amó y vivió para Cristo. ¿Cuántas pruebas más necesita el mundo para entender que Jesús no solo vivió, sino que vive? Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:25–40). Él es nuestro alimento eterno. Quien va a Él y cree en Él tiene vida. Quien se alimenta de Cristo no muere, sino que pasa de muerte a vida. En nosotros nace la esperanza de que Él volverá. Hechos 1:11 nos recuerda que así como ascendió, así también regresará. Y eso es lo que nos llena de esperanza: que un día estaremos con Él por la eternidad. El mundo te quiere hacer creer que solo nacemos, nos reproducimos y morimos. Pero Cristo te dice: “Antes de formarte en el vientre, te conocí, te di identidad, propósito y destino”. Él está preparando moradas para nosotros. Por eso, no te aferres a lo temporal. Aférrate a lo eterno. Busca primero el Reino de Dios y su justicia, y lo eterno será tu recompensa. Sí, hay muchas carencias en este mundo, pero hay una esperanza que lo llena todo: Cristo. Él venció la muerte, y volverá por su iglesia. Así como dice la canción: “La muerte venciste, el velo partiste”, y hoy esa victoria es también tuya y mía.

en June 18, 2025 — por .

El oro y el Egipto

El pueblo de Israel había pasado generaciones enteras en esclavitud dentro de Egipto. Lo que comenzó como un lugar de provisión, se transformó en un lugar de opresión. Sin embargo, Dios nunca pierde el control. Aún en Egipto, Dios tenía un plan. En medio de la esclavitud, Dios estaba preparando a su pueblo para algo mayor. Y cuando llegó el día de la liberación, no solo los sacó con vida, los sacó con riqueza. Dice Éxodo 12 que el Señor dio gracia al pueblo delante de los egipcios y les entregaron oro, plata y vestidos. Lo que parecía imposible sucedió: salieron de Egipto con las manos llenas. Este oro no era solo un detalle decorativo. Era un símbolo profético. Dios no los iba a sacar de Egipto sin antes restituir todo lo que habían sufrido. Lo que Egipto les negó por años, Dios lo restituyó en una sola noche. El oro de Egipto era parte del propósito divino. Más adelante, ese oro serviría para construir el tabernáculo, para adorar a Dios en el desierto. El mensaje es claro: Dios transforma el dolor en propósito, la esclavitud en provisión, el quebranto en plataforma. Pero para entender esto, hay que retroceder a Génesis 42. Allí encontramos a José, vendido por sus hermanos, traicionado, y llevado precisamente… a Egipto. Lo que parecía ser una desgracia fue en realidad el plan de Dios para proveer alimento a toda su familia. José, estando en Egipto, fue usado para bendecir a Israel. Y es que muchas veces, Egipto no es el final, es solo el taller de formación. A veces Dios permite que pases por Egipto para prepararte, para madurarte, y para posicionarte. Ahora, avancemos al nuevo testamento. En Mateo 2, cuando los reyes visitan a Jesús, le ofrecen oro, incienso y mirra. Oro a un niño. Y justo después, el ángel le advierte a José que huya con María y el niño… ¿adónde? ¡A Egipto! Otra vez Egipto aparece en la historia, pero esta vez no como opresor, sino como refugio. ¿Con qué vivieron en Egipto? Con el oro. Ese oro fue provisión en el lugar que alguna vez fue de esclavitud. Dios usó el oro para sustentar la vida de su Hijo en tierra extranjera. Así obra nuestro Dios: lo que parece ajeno, lo vuelve parte del plan. Sin embargo, hay una advertencia. No todo oro permanece. En 1 Corintios 3, Pablo nos habla de cómo la obra de cada uno será pasada por fuego. Algunos construyen con oro, otros con heno, con madera. Y aunque todos pueden ser salvos, no todos recibirán recompensa. Es decir, no todo el oro es oro eterno. El oro que viene de Dios es para construir en su Reino, no para engrandecer nuestro nombre. El oro que no se quema es el que se entrega para su gloria. Y por último, Apocalipsis 21 nos da una visión final: la ciudad celestial tiene calles de oro puro. Allí no hay más Egipto, no hay esclavitud, no hay prueba. Todo el oro de esta vida, todo lo que recogiste en tu proceso, todo lo que usaste para honrar a Dios, cobrará sentido allá. El oro que fue útil en Egipto se transforma en la sustancia del Cielo. Lo que fue símbolo se convierte en realidad. Hermano, hermana, ¿qué has hecho con el oro que Dios ha puesto en tus manos? ¿Has salido de Egipto con las manos llenas pero el corazón vacío? ¿O estás usando lo que Él te dio para edificar algo eterno? Dios te saca de Egipto, pero no te deja con las manos vacías. Te da oro, dones, recursos, experiencias… todo con un propósito: construir algo que resista el fuego y refleje su gloria. Hoy es tiempo de entregar ese oro al Señor. Que no se quede en tus manos. Que no termine en un becerro de oro como lo hizo Israel más adelante. Usa tu historia, tus recursos, tu talento, tu proceso… para levantar una obra que glorifique a Cristo. Porque un día caminaremos por calles de oro, y entonces entenderemos que todo tuvo sentido. Que el oro y el Egipto eran parte de la misma historia: la historia de redención. ¿Qué estás haciendo con el oro que has recibido de tus “Egiptos”?¿Estás construyendo con materiales eternos o pasajeros?Hoy es día de entregar tu oro, tu historia, tus dones y tu propósito… al único que hace que el oro tenga sentido: Cristo. La bendición es el fin por algo que tu orastes y el señor es el comienzo de todo lo que te puedas imaginar Pastor jeferson

en May 25, 2025
Este contenido es parte de una serie Culto de adoración, in tema Mes de la familia & libros 1 Corintios, 1 Pedro, Efesios, Juan, Malaquías, Mateo, Salmos.

Familias fuertes en Dios

“Cada vez que su familia se reúne para orar, cada vez que eligen el perdón en lugar del orgullo, están colocando un ladrillo sobre la roca.” “Quizá hoy su hogar enfrenta una crisis: enfermedad, tensión económica o diferencias sin resolver. ¿Recuerdan ese gozo que Jesús prometió? Está disponible ahora, cuando se sujetan juntos a Su palabra.” Voz que acompañaComo Dios dio voz a Aarón para acompañar a Moisés (Éxodo 4:16), los padres hoy tienen la misión de hablar la verdad de Dios en un mundo lleno de ruido. Reconciliación y esperanzaMalaquías 4:5-6 vislumbra un futuro donde los corazones vuelven unos a otros. No solo perdonamos el pasado; sanamos y construimos puentes para nuestros hijos. Bendición en acciónEl salmista pinta en Salmos 128:1-6 la familia que teme al Señor: “Comerás del trabajo de tus manos… ¡Vivirás feliz!”. Esta promesa se cumple cuando actuamos con reverencia y amor. “Hoy, tomen un momento para mirarse a los ojos. Reconozcan juntos los miedos y las cargas. Ahora, juntos confíen en ese Dios que no falla.” Que Dios bendiga cada paso de su familia, y que la fuerza de Cristo sea siempre el pilar de su hogar.

en April 20, 2025 — por .

Jesús, el Cordero Pascual

Cuando Juan el Bautista vio a Jesús acercarse, dijo algo que marcó un antes y un después en la historia de la fe: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). No fue una frase religiosa más, ni una metáfora poética. Juan estaba identificando a Jesús con el Cordero pascual, aquel que cada año era sacrificado por los pecados del pueblo, pero que en realidad apuntaba a una obra mucho más grande. Jesús no solo vino a cargar con nuestros pecados, vino a quitar el pecado del mundo. A quitarlo. A erradicarlo. A hacer algo que ningún sacrificio anterior pudo lograr. Y es que la Pascua, para los israelitas, no era solo una cena conmemorativa. Era un acto de redención, un momento en que la sangre de un cordero los cubría del juicio. En Éxodo 12:23, vemos cómo Dios mismo pasaría hiriendo a los egipcios, pero al ver la sangre en los dinteles de las puertas, pasaría de largo. La sangre era señal de protección, de sustitución. Así, cuando Pablo escribe a los corintios y les dice: “Cristo, nuestra Pascua, ya fue sacrificado por nosotros” (1 Corintios 5:7), nos está recordando que esa sangre que nos cubre hoy, que nos libra del juicio, es la sangre de Jesús. Pero no se trata solo de recordar el sacrificio. Se trata de entender lo que ese sacrificio logró. Todos hemos pecado, dice Romanos 3:23, todos estamos destituidos de la gloria de Dios. Nadie queda fuera de esa condición. Sin embargo, continúa diciendo el texto que somos justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Y no fue una justicia barata ni una gracia ligera. Fue costosa. Jesús fue puesto como propiciación por su sangre, por medio de la fe (Romanos 3:25). Él llevó la culpa que era nuestra. Él pagó el precio. Ahora, hay algo que me conmueve profundamente: Jesús no solo murió. Jesús resucitó. Y eso lo cambia todo. Porque si Él se hubiese quedado en la tumba, entonces nuestra fe sería en vano. Pero 1 Corintios 15:20-25 nos muestra a Cristo como las primicias de los que durmieron. El primero en vencer la muerte, abriendo el camino para que tú y yo tengamos esperanza. Porque si Él vive, nosotros también viviremos. Él ha de reinar, hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el último enemigo que será destruido es la muerte. Eso nos llena de esperanza. Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá; y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25-26). Y luego hace una pregunta que resuena hasta hoy: ¿Crees esto? No es solo un asunto teológico. Es personal. ¿Lo creemos de verdad? ¿Vivimos como si esa vida eterna ya nos perteneciera? ¿Como si la muerte ya no tuviera la última palabra? A veces seguimos viviendo como si estuviéramos bajo condenación, como si el pecado aún nos dominara. Pero Gálatas nos recuerda que Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (Gálatas 3:13). Él tomó nuestro lugar, nuestra cruz, nuestro castigo. Y ahora, en Él, somos verdaderamente libres. No para volver a vivir como antes, sino para vivir en el Espíritu, como hijos redimidos, como personas nuevas. Así que hoy, al mirar nuevamente a Jesús como el Cordero Pascual, recordemos que no solo nos salvó del juicio. Nos dio vida. Nos dio identidad. Nos dio un futuro. No se trata de una historia antigua, ni de un símbolo religioso. Se trata de una realidad eterna que transforma cada rincón de nuestra existencia. Jesús es el Cordero. Fue inmolado. Su sangre fue derramada. Pero vive. Y reina. Y pronto volverá. ¿Crees esto?

en April 9, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Fuertes en la Palabra, in tema El llamado de Dios en nuestras vidas & libro 1 Corintios.

La locura de la predicación

La locura de la predicación”, como nos lo recuerda 1 Corintios 1:1-31, no es una locura cualquiera, sino la aparente locura de un Dios que eligió salvar al mundo no por medio del poder ni de la sabiduría humana, sino por algo tan simple como la predicación de la cruz. Para muchos, esto suena absurdo, débil, sin lógica. Pero es ahí, en esa aparente debilidad, donde se revela la fuerza transformadora de Dios. Mientras el mundo busca razonamientos complejos o señales grandiosas, Dios se manifiesta en lo sencillo, en lo humilde, en lo que no tiene valor a los ojos de los hombres. Esta palabra nos desafía a dejar de confiar en nuestras propias fuerzas o logros, y volver el corazón hacia la cruz, hacia ese mensaje que aunque parezca necio, contiene el poder de Dios para salvar, sanar y dar sentido a nuestra vida. ¿Y tú? ¿te atreves a creer en esta “locura” que transforma?

en January 12, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in tema Jesús cambia vidas & libros 1 Corintios, 1 Pedro, Apocalipsis, Colosenses, Gálatas, Juan, Romanos.

Uno con Cristo

1 Corintios 6:17 La prédica nos recordó que ser uno con Cristo transforma nuestra vida por completo. En Él somos redimidos, justificados y adoptados como hijos de Dios. Su sacrificio nos da libertad y vida eterna, enseñándonos que la verdadera riqueza está en nuestra relación con Él.