Sermon'e

en April 9, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Fuertes en la Palabra, in tema El llamado de Dios en nuestras vidas & libro 1 Corintios.

La locura de la predicación

La locura de la predicación”, como nos lo recuerda 1 Corintios 1:1-31, no es una locura cualquiera, sino la aparente locura de un Dios que eligió salvar al mundo no por medio del poder ni de la sabiduría humana, sino por algo tan simple como la predicación de la cruz. Para muchos, esto suena absurdo, débil, sin lógica. Pero es ahí, en esa aparente debilidad, donde se revela la fuerza transformadora de Dios. Mientras el mundo busca razonamientos complejos o señales grandiosas, Dios se manifiesta en lo sencillo, en lo humilde, en lo que no tiene valor a los ojos de los hombres. Esta palabra nos desafía a dejar de confiar en nuestras propias fuerzas o logros, y volver el corazón hacia la cruz, hacia ese mensaje que aunque parezca necio, contiene el poder de Dios para salvar, sanar y dar sentido a nuestra vida. ¿Y tú? ¿te atreves a creer en esta “locura” que transforma?

en April 6, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Culto de adoración, in temas Cristo me ha dado identidad, Discípulos de Jesús & libros 1 Timoteo, Efesios, Mateo.

Un buen ministro en jesucristo

Ser un ministro de Jesucristo no es un título, es una forma de vivir. Es una responsabilidad, un llamado, y sobre todo, una entrega diaria al servicio del Reino. En estos tiempos en que tantas voces se levantan, necesitamos ministros que no solo hablen bonito, sino que vivan lo que predican. Hoy quiero invitarte a mirar el corazón del verdadero ministro de Jesucristo. Aquel que no busca fama ni aplausos, sino que vive para agradar al Maestro. Vamos a dejar que la Palabra nos hable y nos examine. Pablo le escribe a Timoteo, un joven pastor, y le dice claramente: “Si esto enseñas a los hermanos, serás un buen ministro de Jesucristo”. ¿Pero qué es ese “esto”? Es la sana doctrina, la verdad del evangelio, el cuidado de las almas, la piedad. Pablo le advierte que en los últimos tiempos muchos se apartarán de la fe, escucharán doctrinas de demonios, seguirán a falsos maestros… y ahí es cuando más se necesita a los verdaderos ministros. Ser un buen ministro significa pararse firme en medio de la confusión, y enseñar lo correcto aunque sea impopular. No se trata solo de conocimiento bíblico, sino de vivir una vida piadosa que inspire a otros a seguir a Cristo. Pablo le dice: “Ejercítate para la piedad”, porque el carácter se entrena. No se improvisa. Un buen ministro no solo estudia la Palabra, sino que la vive en casa, en privado, en la lucha diaria. Jesús nos habló del Reino con la parábola de los talentos. Un hombre reparte talentos a sus siervos antes de irse de viaje. A uno le da cinco, a otro dos, a otro uno. El mensaje es claro: a todos se nos ha dado algo. Todos tenemos dones, capacidades, oportunidades. (1 Timoteo 4:1-16) Pero lo que marca la diferencia no es cuánto recibiste, sino qué hiciste con eso. El buen ministro no entierra su talento. Lo pone a trabajar. Multiplica lo que Dios le ha confiado. Sirve con excelencia. Da fruto. ¿Y sabes qué? No trabaja para la gente, trabaja para su Señor. Por eso Jesús dice: “Bien, siervo bueno y fiel… entra en el gozo de tu Señor”. Un mal ministro es aquel que vive con miedo, se esconde, busca excusas. Dice: “Es que yo no sé hablar… es que a mí no me tomaron en cuenta… es que me lastimaron”. Pero el buen ministro se levanta, aun con heridas, y sigue sirviendo, porque sabe que un día dará cuentas a Dios. (Mateo 25:14-30) Pablo, uno de los más grandes ministros de la historia, dice algo que toca el corazón:“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar el evangelio…” Pablo no se engrandece por su ministerio, no se enorgullece por sus logros. Reconoce que todo lo que tiene es por la gracia de Dios. Eso es lo que define al buen ministro: humildad. Un buen ministro no busca reconocimiento, no compite, no se compara. Sirve porque fue alcanzado por el amor de Cristo. Y nunca olvida de dónde lo sacó el Señor. Esa memoria lo mantiene con los pies en la tierra y el corazón en el cielo. (Efesios 3:6-8)

en March 23, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in tema Combatir el aislamiento & libro Juan.

La unidad revelará a Cristo

En la última oración de Jesús antes de su sacrificio en la cruz, encontramos un clamor profundo por la unidad. Jesús ora al Padre, pidiendo que sus discípulos sean uno, tal como Él y el Padre son uno. Esta no es una petición ligera, sino una expresión de la voluntad divina para que el mundo conozca a Cristo a través de la unidad de sus seguidores. La unidad de la iglesia no solo es esencial para el bienestar espiritual de los creyentes, sino también una poderosa herramienta para revelar al mundo el amor y el poder de Dios. Esta unidad, cuando se vive correctamente, se convierte en una luz que atrae a las personas hacia Cristo. Jesús dijo: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:22). Aquí vemos un principio fundamental: la unidad entre los creyentes es un reflejo directo de la gloria de Dios. La gloria de Dios no solo se ve en milagros o prodigios, sino en la manera en que los cristianos se aman y se cuidan unos a otros, a pesar de sus diferencias. Jesús continúa diciendo: “Para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste” (Juan 17:23). Aquí, Jesús nos revela que la unidad en la iglesia no es solo para nuestro beneficio espiritual, sino para que el mundo conozca a Cristo. La unidad es un testimonio poderoso que habla de la autenticidad del mensaje de Cristo. La unidad no es algo que ocurra por casualidad. Es un esfuerzo continuo que requiere dedicación y trabajo en equipo. Jesús nos muestra en su oración cómo podemos cultivar esta unidad. A continuación, exploramos algunos principios clave para mantener la unidad. La unidad en la iglesia es mucho más que un ideal. Es un testimonio tangible de la gloria de Dios en la tierra. Cuando vivimos en unidad, revelamos a Cristo al mundo, demostramos Su poder y amor, y mostramos que Él ha venido para salvar a todos. Sin embargo, esta unidad requiere esfuerzo, humildad, perdón y dependencia del Espíritu Santo. Como iglesia, somos llamados a ser uno, no solo para nuestro beneficio, sino para que el mundo crea que Cristo es real, que Él vive, y que Él es la respuesta a la humanidad. Hoy, el desafío es claro: ¿Estamos dispuestos a vivir en unidad y revelar a Cristo al mundo? Que podamos ser un reflejo de su gloria y un testimonio vivo de su amor.

en March 12, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Fuertes en la Palabra, in tema Jesús cambia vidas & libros Hechos de los apóstoles, Lucas, Oseas.

Confía en Jesús

En esta predica hablamos de la confianza que debemos tener en Jesús en medio de la tormenta, el hecho de tener fe y confianza en Jesús como Cristiano aveces pensamos que el no esta, pero en la barca el estaba con sus dicipulos y aun así ellos se angustiaron y atormentaron porque pensaron que la barca se iba a hundir, y cuando Jesús reprendio la tormenta, así es el en nuestras vidas.

en March 5, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Fuertes en la Palabra, in tema AUTORIDAD EN EL NIVEL DE JESÚS & libros 2 Reyes, Juan, Mateo, Romanos.

Autoridad en el nivel de Jesús

A veces pensamos que la autoridad viene de ocupar un puesto importante o tener ciertas habilidades. Sin embargo, cuando miramos la vida de Jesús, nos damos cuenta de que su autoridad va mucho más allá de lo que el mundo entiende por “poder”. En el Antiguo Testamento, Naamán, un comandante muy respetado, se dio cuenta de que todo su prestigio no podía librarlo de su enfermedad. Cuando obedeció el mandato del profeta Eliseo y se sumergió en el Jordán, la mano de Dios lo sanó. Esto nos recuerda que, al final, dependemos del poder y favor de Dios que trasciende nuestros logros. En el caso del centurión romano que se acercó a Jesús pidiendo la sanidad de su siervo, basta una sola palabra de Cristo para obrar un milagro. La fe y la humildad de aquel oficial romano muestran que reconocer la autoridad de Jesús implica creer que Él puede cambiar cualquier situación, sin necesidad de grandes demostraciones de fuerza. La Biblia también enseña que toda autoridad humana, en última instancia, proviene de Dios. Esto nos anima a orar por quienes gobiernan, en lugar de amargarnos por sus decisiones. Confiar en que el Señor está por encima de todo gobierno nos da paz, incluso cuando las circunstancias parecen confusas. Al mirar a Jesús ante Pilato y los soldados romanos, podría parecer que perdió el control. Pero Él mismo deja claro que, si sufría, era por obediencia al Padre, no porque su poder se hubiera desvanecido. Esto nos demuestra que la verdadera autoridad a veces se expresa con mansedumbre y sacrificio. Reconocer la autoridad de Jesús significa rendirle el control de nuestra vida. Tal vez tengamos grandes desafíos o nos sintamos sin fuerzas. Pero recordar que Jesús sigue siendo el Rey de reyes, incluso cuando el mundo dice lo contrario, nos llena de esperanza. Su autoridad es inmutable: está presente en cada una de nuestras batallas y, al mismo tiempo, nos invita a descansar en Su gracia y Su amor.

en March 2, 2025 — por .
Este contenido es parte de una serie Culto de adoración, in libros 1 Pedro, Éxodo, Marcos, Salmos & .

Crecimiento Espiritual

El crecimiento es parte esencial de la vida humana. Desde que nacemos, experimentamos etapas de desarrollo físico, emocional e intelectual. De la misma manera, hay un proceso de madurez espiritual que todo creyente está llamado a vivir. El crecimiento espiritual se basa en una relación constante con Dios, alimentada por la oración, la Palabra y la obediencia. A través de los pasajes bíblicos que veremos a continuación, descubriremos principios valiosos para fortalecer nuestra fe y avanzar hacia la plenitud que Dios desea para nosotros. El crecimiento espiritual no es un evento puntual, sino un proceso de toda la vida. Está basado en la Palabra de Dios, en la dependencia del Señor en medio de las pruebas y en la búsqueda constante de su presencia. Podemos florecer y llevar fruto abundante si nos mantenemos arraigados en la verdad bíblica, dispuestos a ser transformados por el amor de Cristo y abiertos a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. Que cada uno de nosotros tome la decisión de profundizar en su relación con Dios, permitiendo que la corriente de Su Palabra, el calor de Su amor y las experiencias de la vida nos formen y nos lleven a una madurez que glorifique Su nombre. Así, como un árbol plantado junto a las aguas, daremos fruto a su tiempo y nuestras hojas no caerán, reflejando la vida de Aquel que nos ha dado vida eterna.