Sermon'e

en October 27, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in libros Hebreos, Josué, Juan & .

Levantando la cerca (P1)

En el libro de Josué, encontramos la historia de Rahab, una mujer que vivía en Jericó y cuyo acto de fe y valentía fue clave para el pueblo de Israel. Josué 2 nos relata cómo Rahab, aunque era extranjera y vista como una persona de baja reputación, fue utilizada por Dios para proteger a los espías israelitas, quienes habían sido enviados a Jericó para explorar la tierra. Cuando hablamos de “levantar una cerca”, podemos imaginar una protección, una barrera que no solo nos separa de algo o alguien, sino que también nos protege de lo que está afuera. Rahab levantó una cerca en su corazón, una decisión firme de proteger a los siervos de Dios, y eso la conectó con un propósito mayor. Pero más allá de lo físico, levantar la cerca también representa una actitud de fe, de mantenernos firmes en nuestras creencias y convicciones, incluso cuando el entorno es hostil. En Juan 16:33, Jesús nos da una promesa poderosa: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Esta promesa es una cerca que podemos levantar en nuestra vida. Aunque enfrentemos desafíos y momentos de incertidumbre, esta confianza en Jesús nos da la seguridad de que Él ha vencido por nosotros y que, con Él, podemos atravesar cualquier dificultad. Rahab, aún sin conocer a fondo al Dios de Israel, actuó con fe. Su decisión de ayudar a los espías no fue solo un acto de valentía; fue un acto de fe en un Dios que ella apenas comenzaba a conocer. Es aquí donde entra Hebreos 11:6, que nos recuerda que “sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. Rahab creyó y actuó, levantando una cerca de fe en su vida que la apartó del peligro y le dio un lugar en la historia del pueblo de Dios. Este es el desafío para nosotros hoy: ¿Dónde necesitamos levantar una cerca en nuestra vida? Quizás hemos permitido que el miedo, la duda o las circunstancias difíciles nos afecten. Tal vez estamos en una situación que nos invita a comprometernos con Dios de una manera nueva y radical, pero para eso necesitamos proteger nuestra fe, nuestras convicciones y nuestros principios. Al igual que Rahab, podemos tomar una decisión, una que trascienda lo inmediato y nos conecte con el propósito de Dios. Recuerda que levantar la cerca no significa cerrar el corazón, sino protegerlo y ponerlo en manos de Dios. En un mundo que constantemente intenta hacernos caer en el desánimo, Jesús nos recuerda que Él ha vencido y que, si mantenemos nuestra fe y nuestras convicciones firmes, también venceremos. Que esta historia nos inspire a ser valientes, a levantar una cerca de fe en nuestro corazón, sabiendo que Dios honra a quienes lo buscan de verdad.

en October 20, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in temas El favor no merecido, Integridad & libro Gálatas.

El propósito de la ley

La ley de Dios ha sido un tema de controversia a lo largo de la historia. En Gálatas 3:19, Pablo explica que la ley fue dada “a causa de las transgresiones” y que tenía un propósito temporal hasta la venida de Cristo. La ley no fue dada para salvar, sino para revelar el pecado y mostrar nuestra necesidad de un Salvador. Pablo aclara que la ley fue un “tutor” para guiarnos hacia Cristo. Nos muestra nuestra incapacidad para cumplir los mandamientos de Dios y, por lo tanto, nuestra necesidad de la gracia. La ley señala a Cristo, quien la cumplió completamente para darnos la salvación por fe. La ley no anula la promesa de Dios hecha a Abraham. Esta promesa se cumple en Cristo, quien es la verdadera simiente a través de la cual todas las naciones son bendecidas. En Jesús, encontramos el cumplimiento de la ley y la justicia que viene por la fe. En conclusión, la ley revela nuestra pecaminosidad y nos lleva a la gracia de Cristo. Vivimos ahora en libertad, no bajo la carga de la ley, sino guiados por la gracia y el amor de Dios en Jesús.

en October 13, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in temas El bautismo, El don de servir, El favor no merecido & libro 1 Corintios.

La cena del señor

La Cena del Señor es una de las ordenanzas más importantes que Jesús dejó a su iglesia. Es un acto simbólico que nos conecta directamente con la obra redentora de Cristo en la cruz. Al participar en ella, no solo recordamos su sacrificio, sino que también proclamamos su muerte hasta que Él regrese. Juntos meditemos en lo que significa participar dignamente de la Cena del Señor y en la importancia de entender su profundo mensaje. Un mandato de Jesús (1 Corintios 11:23-25) Pablo nos recuerda que la Cena del Señor no es una invención humana, sino que fue instituida directamente por Cristo la noche en que fue entregado. Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.” Luego, tomó la copa y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de mí.” En este acto, vemos la clara instrucción de Jesús para que recordemos su sacrificio a través de estos símbolos: el pan representa su cuerpo, quebrantado por nosotros, y la copa simboliza su sangre, derramada para sellar el nuevo pacto. Recordando su sacrificio (1 Corintios 11:26) Cada vez que tomamos el pan y la copa, anunciamos la muerte del Señor hasta que Él venga. Esto significa que la Cena del Señor no es solo un momento de reflexión personal, sino también una proclamación pública de la obra redentora de Cristo. El sacrificio de Jesús es el centro de nuestra fe. Sin su muerte y resurrección, no tendríamos esperanza de salvación. Al participar de la Cena, renovamos nuestra gratitud por ese acto supremo de amor y nos comprometemos a vivir a la luz de esa verdad. Reflexión: La Cena del Señor es un recordatorio constante de que somos salvos por gracia, y no por obras. No debemos tomar este acto a la ligera, sino con un corazón lleno de gratitud y humildad. Participar dignamente (1 Corintios 11:27-29) Pablo también nos advierte sobre la necesidad de participar dignamente de la Cena del Señor. ¿Qué significa esto? Significa examinar nuestro corazón antes de acercarnos a la mesa del Señor. Si participamos de manera irreverente o con pecado no confesado, estamos menospreciando el sacrificio de Cristo. El apóstol nos insta a “probar cada uno su propio corazón”. Este es un momento de autoevaluación, de pedir perdón por nuestros pecados y de reconciliarnos con Dios y con nuestros hermanos en Cristo. Consecuencias de la irreverencia (1 Corintios 11:30-32) Pablo menciona que debido a la falta de reverencia y a la participación indigna en la Cena del Señor, algunos en la iglesia de Corinto estaban enfermos y otros incluso habían muerto. Esto nos enseña que Dios toma en serio este acto. Aunque vivimos en una época de gracia, no debemos tomar la gracia de Dios como una excusa para ser irreverentes. La Cena del Señor es un recordatorio solemne de lo que Cristo hizo por nosotros, y debemos acercarnos a ella con el debido respeto. Unidad en el cuerpo de Cristo (1 Corintios 11:33-34) Pablo concluye este pasaje recordando a los creyentes que la Cena del Señor es también un acto de unidad. Cuando nos reunimos para participar de ella, lo hacemos como un solo cuerpo en Cristo. No hay lugar para divisiones, egoísmos o rivalidades. Debemos esperar los unos por los otros, sirviéndonos con amor y respeto. La Cena del Señor nos recuerda que, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo. La cruz de Cristo nos une, y debemos vivir en armonía unos con otros. La Cena del Señor es un acto profundo y sagrado. Nos llama a recordar, a reflexionar, a arrepentirnos y a proclamar la obra redentora de Cristo. Al participar de ella, no solo miramos hacia atrás, a la cruz, sino también hacia adelante, a la segunda venida de nuestro Señor. Que cada vez que tomemos el pan y la copa, lo hagamos con reverencia, gratitud y una renovada devoción a nuestro Salvador. Jesús dio su vida por nosotros; vivamos para Él.  

en October 6, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in tema Tomar el escudo de la fe & libros Apocalipsis, Génesis.

El Dios suplidor

En el principio, Dios creó el universo y preparó un lugar especial para el hombre: el Jardín del Edén. Desde ese momento, Dios ha sido el proveedor de todas las necesidades del ser humano, tanto físicas como espirituales. En Génesis 2:1-8, vemos cómo Dios establece todo lo que el hombre necesita para disfrutar plenamente de la vida. Sin embargo, esa provisión perfecta solo es posible cuando el hombre permanece en el centro de la voluntad de Dios. Dios Prepara Todo para el Hombre lo disfrutará: En Génesis 2:1-8, Dios termina la creación y establece el jardín. Este jardín no solo era un lugar de belleza, sino que también era un espacio donde el hombre podía disfrutar de todo lo que Dios había provisto. Aquí vemos un principio clave: Dios es el proveedor de nuestras necesidades. No había nada que Adán necesitara que no fuera proporcionado por Dios. Provisión abundante: Dios provee tanto los recursos naturales como la compañía adecuada. Provisión espiritual: Más allá de lo físico, Dios le dio al hombre una relación directa con Él. Disfrutar de la Provisión en el Centro de Su Voluntad: En Génesis 2:15-18, el hombre comienza a disfrutar de todo lo que Dios le da, pero esto se hace en el marco de Su voluntad perfecta. Mientras Adán y Eva se mantuvieron en la voluntad de Dios, fueron completamente suplidos. 🔥 Solo podemos ser suplidos por Dios cuando estamos en Su voluntad. Cuando caminamos fuera de esa voluntad, debemos luchar y conquistar con nuestro propio esfuerzo, lo que trae fatiga y frustración. Consecuencias de Salir del Centro de Su Voluntad: Cuando el hombre sale de la voluntad de Dios, como sucedió con Adán y Eva en el Jardín, las bendiciones que una vez disfrutaban de manera natural, se ven cortadas. Debemos entonces trabajar por lo que antes era dado por gracia. El hombre fuera de la voluntad de Dios no es suplido de la misma manera. Esfuerzo humano: Aquello que se obtenía con facilidad en el Edén, ahora requiere sudor y esfuerzo. Ver lo que Dios Muestra y Escuchar lo que Él Habla: 🔥 Cuando estamos dentro de la voluntad de Dios, no solo somos suplidos físicamente, sino que también podemos ver y escuchar lo que Dios quiere revelarnos. Como menciona Apocalipsis 2:7, “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice… Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida”. Mientras Eva vio el árbol del conocimiento del bien y del mal, Jesús, en cambio, vio el árbol de la vida. Ver a través de los ojos de Dios nos permite entender Su plan y recibir Su provisión completa. Límites y Libertad: 🔥 Dios ha creado al hombre libre, pero con límites. Tal como un pez que necesita el agua para vivir, el hombre necesita a Dios para ser completamente libre. Fuera de los límites que Dios establece, el hombre perece. El pecado nos lleva fuera de esos límites y corta la provisión que Dios ha preparado. Solo a través de Cristo, quien es el camino de regreso a Dios, podemos volver a ser suplidos de manera perfecta. Dios ha preparado todo lo que necesitamos, pero Su provisión se experimenta de manera plena cuando nos mantenemos en el centro de Su voluntad. Cuando caminamos fuera de ese centro, el esfuerzo humano reemplaza la gracia de Dios. Pero gracias a Cristo, el camino de regreso al Padre está abierto para nosotros. Mantengámonos en ese centro, y seremos testigos de Su provisión sobrenatural en todas las áreas de nuestra vida.

en September 29, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in temas Mes de la sabiduría, Septiembre mes de la sabiduría & libros Eclesiastés, Proverbios.

El Sabio Usa Bien las Palabras

Las palabras son poderosas. Con ellas, podemos construir o destruir, animar o desanimar, bendecir o maldecir. La Biblia nos enseña la importancia de usar bien nuestras palabras, porque de ellas depende muchas veces la calidad de nuestras relaciones y nuestro testimonio como hijos de Dios. Hoy reflexionaremos sobre cómo un sabio utiliza bien sus palabras, basándonos en las Escrituras. 1. Cuidado con las promesas y palabras impulsivas Texto: Eclesiastés 5:6 “No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del ángel que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz y que destruya la obra de tus manos?” Este pasaje nos advierte sobre la importancia de no hablar sin pensar, especialmente en lo que respecta a promesas o compromisos ante Dios y ante los demás. Muchas veces, en momentos de emoción o presión, podemos prometer cosas que no estamos dispuestos o capaces de cumplir. El sabio cuida lo que promete y mide sus palabras, entendiendo que las palabras mal usadas pueden traer consecuencias serias. Antes de hablar, debemos reflexionar. ¿Estamos diciendo algo solo por quedar bien o por impulsividad? Recordemos que nuestras palabras tienen peso ante Dios y los hombres. Es mejor ser conocidos por nuestra integridad y prudencia, que por nuestras promesas vacías. 2. La importancia del discernimiento en lo que escuchamos y repetimos Texto: Proverbios 14:15 “El ingenuo cree todo lo que le dicen; el prudente se fija por dónde va.” Aquí vemos cómo un sabio no solo habla con prudencia, sino que también escucha con discernimiento. Vivimos en un mundo lleno de información, opiniones y chismes. El sabio no repite todo lo que oye sin antes verificarlo o meditar sobre ello. No se deja llevar por rumores o por la corriente de pensamiento popular, sino que se asegura de que lo que habla o transmite sea veraz y edificante. ¿Cómo manejamos la información que llega a nosotros? El sabio no es ingenuo, sino que analiza, compara y busca la verdad. Antes de repetir algo, preguntemos: ¿Es esto cierto? ¿Es útil? ¿Edifica a alguien? Al hablar, nuestros labios deben reflejar prudencia y verdad. 3. La influencia de las personas con las que nos relacionamos Texto: Proverbios 13:20 “El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado.” Este proverbio nos enseña que las personas con las que nos rodeamos influirán en nuestra manera de hablar y comportarnos. Si pasamos tiempo con personas sabias, aprenderemos a hablar con sabiduría. Por el contrario, si nos rodeamos de personas necias, corremos el riesgo de adoptar sus actitudes, que pueden llevarnos al desastre. Es importante evaluar nuestras relaciones. ¿Con quién pasamos nuestro tiempo? ¿Estas personas nos ayudan a crecer en sabiduría o nos arrastran a actitudes y palabras necias? La sabiduría se cultiva en compañía de personas que buscan lo mejor para nosotros y para la gloria de Dios. La sabiduría en el uso de las palabras no es algo que adquirimos de la noche a la mañana. Es el fruto de una vida guiada por el temor a Dios, por la reflexión y por la influencia correcta. Cuidemos lo que decimos, lo que escuchamos y las personas con las que compartimos, para que nuestras palabras siempre sean de bendición y reflejo de la sabiduría de Dios en nosotros. Hoy, más que nunca, necesitamos sabiduría en nuestras palabras. Que nuestras bocas no nos hagan pecar, que no repitamos lo que no sabemos, y que busquemos siempre rodearnos de personas que nos impulsen a hablar con verdad y amor. Pidamos a Dios que nos ayude a usar nuestras palabras para edificar, animar y glorificar su nombre.

en September 22, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in tema Septiembre mes de la sabiduría & libros 2 Reyes, Génesis, Proverbios.

Caminos de Sabiduría

En nuestra vida diaria, constantemente nos enfrentamos a decisiones que moldean nuestro camino. Dios, en Su infinita sabiduría, nos brinda guía a través de Su Palabra para vivir de manera justa, honesta y diligente. Hoy reflexionaremos en tres pasajes bíblicos que nos muestran diferentes facetas de la sabiduría de Dios en nuestra vida cotidiana. Proverbios 10:4 y 9– Sabiduría en el trabajo y la honestidad “Pobre es el que trabaja con mano negligente, pero la mano de los diligentes enriquece” (Proverbios 10:4). “Quien camina en integridad anda confiado, pero el que pervierte sus caminos será descubierto” (Proverbios 10:9). La sabiduría de Dios nos llama a ser diligentes en todo lo que hacemos. La pereza y la negligencia nos llevan a la pobreza, no solo material, sino espiritual. Dios nos invita a caminar en integridad, porque es en la honestidad que encontramos la paz y la seguridad. Aquellos que buscan atajos o practican el engaño, eventualmente enfrentarán las consecuencias. Génesis 47:12-20 – Sabiduría en tiempos de necesidad Durante una gran hambruna en Egipto, José, lleno de sabiduría y guiado por Dios, toma decisiones estratégicas que no solo salvan a su familia, sino a toda una nación. En tiempos de crisis, la sabiduría de Dios nos enseña a ser previsores, a manejar nuestros recursos con discernimiento y a buscar soluciones que no solo nos beneficien a nosotros, sino a quienes nos rodean. 2 Reyes 7:3-8 – Sabiduría en la toma de riesgos Los cuatro leprosos fuera de Samaria nos enseñan una poderosa lección de fe y sabiduría en la toma de decisiones. Estaban en una situación de vida o muerte, pero tomaron la valiente decisión de avanzar hacia el campamento enemigo, y allí encontraron bendición. Dios nos llama a confiar en Su guía, incluso cuando nuestras circunstancias parecen imposibles. A veces, los caminos de sabiduría implican tomar riesgos con fe, confiando que Dios abrirá puertas donde parece que no las hay. Los caminos de sabiduría que Dios nos revela son claros: la diligencia, la integridad, la prudencia en tiempos difíciles, y el coraje para avanzar con fe. En cada área de nuestra vida, ya sea en el trabajo, la familia o en decisiones complejas, Dios siempre está dispuesto a guiarnos, si estamos dispuestos a seguir Su consejo.    

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