Jesús el Cristo: bautizos
Jesús el Cristo” es una predicación que nos lleva al corazón del mensaje eterno de Dios: el cumplimiento de Su promesa en la persona de Jesucristo, el Ungido, el Salvador del mundo. A través de Lucas 3:1-6, contemplamos cómo, en medio de un mundo dominado por el poder humano, la hipocresía religiosa y el vacío espiritual, Dios rompe el silencio y levanta una voz en el desierto: Juan el Bautista, quien no busca fama, ni templos, ni puestos… sino preparar el camino para Aquel que es digno de toda gloria. Su mensaje sigue tronando con poder: “Arrepiéntanse y bautícense para el perdón de sus pecados.” Juan no llama a la comodidad, sino al cambio. No predica emociones, predica decisión. Y esa decisión se manifiesta visiblemente en el bautismo, que no es un rito religioso, ni una simple tradición, sino una respuesta obediente al llamado de Dios. Es el momento en que el corazón arrepentido dice: “Estoy listo para morir a mí mismo y vivir para Cristo.” Jesús mismo ratificó esta verdad al dar la Gran Comisión: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” —Mateo 28:19 Y añadió con claridad: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” —Marcos 16:16 No es casualidad. El bautismo es parte del camino recto que Dios llama a preparar. Como enseñó el apóstol Pablo: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” —Romanos 6:3-4 Este es el punto central de la predicación: Jesús no vino a maquillarnos el pecado, vino a crucificarlo. No vino a darnos una vida retocada, vino a darnos una vida resucitada. Cada alma que responde al evangelio, desciende al agua en humildad, renunciando al viejo hombre, y sale con una nueva identidad en Cristo, marcada no por religión, sino por redención. Hoy, más que nunca, necesitamos escuchar ese clamor que resuena desde el desierto:“Preparen el camino del Señor… Él viene, y viene por corazones rendidos, por vidas transformadas, por discípulos bautizados en su nombre.” El llamado sigue vigente. No es para unos pocos. Es para todo aquel que cree y desea ver la salvación de Dios manifestarse en su vida. Arrepiéntete. Cree. Sé bautizado en el nombre de Jesús.Porque el Cristo ya vino… y volverá.¿Estás listo?