Queridos hermanos y hermanas, hoy nos reunimos para reflexionar sobre uno de los relatos más inspiradores de la Biblia, una historia que nos muestra cómo Dios puede usar a lo más insignificante para lograr lo imposible. Nuestro tema hoy es “La Mayor Victoria de David”, y exploraremos juntos las lecciones de fe, valentía y obediencia a Dios que nos enseñan estos pasajes. Versículo Principal: 1 Samuel 17:48-50: 48 “Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa y corrió hacia la línea de batalla contra el filisteo. 49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. 50 Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.” El joven David, un pastor de ovejas, se enfrenta a Goliat, un gigante y guerrero experimentado. David no tenía la armadura ni las armas que normalmente se esperarían en un combate. Pero, ¿qué tenía David? Tenía fe en el Dios vivo. David sabía que la victoria no dependía de las armas humanas, sino del poder de Dios. En nuestras vidas, nos enfrentamos a gigantes de diferentes formas: problemas financieros, enfermedades, desafíos laborales. Como David, debemos recordar que nuestra fuerza no proviene de nosotros mismos, sino de Dios. Él es quien pelea nuestras batallas y nos da la victoria. La Misericordia de David 1 Samuel 24:1-6: 1 “Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron aviso, diciendo: He aquí, David está en el desierto de Engadi. 2 Y tomando Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel, fue en busca de David y de sus hombres por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses. 3 Y cuando llegó a un redil de ovejas en el camino, donde había una cueva, entró Saúl en ella para cubrir sus pies; y David y sus hombres estaban sentados en los rincones de la cueva. 4 Entonces los hombres de David le dijeron: He aquí el día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere. Y se levantó David, y calladamente cortó la orilla del manto de Saúl. 5 Después de esto se turbó el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl. 6 Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová.” Tercera Parte: La Fortaleza en el Amor de Cristo Efesios 3:14-19: 14 “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” David mostró no solo valentía y fe, sino también misericordia y respeto por la autoridad de Dios al no matar a Saúl cuando tuvo la oportunidad. En nuestras vidas, la mayor victoria no siempre es sobre nuestros enemigos externos, sino sobre nuestras propias tendencias hacia la venganza y el odio. A través del poder del Espíritu Santo y la comprensión del amor de Cristo, podemos encontrar la fortaleza para amar a nuestros enemigos, perdonar a los que nos han herido, y buscar la paz en nuestras relaciones. Esta es la verdadera victoria que Dios desea para nosotros. Queridos hermanos y hermanas, al igual que David, estamos llamados a vivir en fe, confiar en el poder de Dios y mostrar misericordia y amor en nuestras vidas. Que la historia de David nos inspire a enfrentar nuestros propios gigantes con la certeza de que, con Dios, todas las cosas son posibles Amén.