Esta prédica reflexiona sobre la obra perfecta de Dios y cómo nuestra respuesta como creyentes está ligada a ella. A través de Génesis, se recuerda que Dios culminó Su creación y estableció el descanso, mostrando que todo lo necesario proviene de su obra. Sin embargo, el pecado, como dice Romanos, nos separó de Dios, pero en su amor nos redimió a través de Cristo, liberándonos del dominio de las tinieblas y trasladándonos a su reino, como enseña Colosenses. Efesios nos recuerda que la salvación es un regalo de gracia, no algo que podamos ganar con nuestras obras, pero al mismo tiempo, fuimos creados para hacer buenas obras, preparadas por Dios. Estas obras no nos salvan, pero sí reflejan nuestra fe y serán recompensadas cuando Cristo vuelva, como lo anuncia Apocalipsis. Finalmente, 1 Corintios nos enseña que aunque trabajemos para el Reino, es Dios quien da el crecimiento. Nuestra responsabilidad es construir sobre el fundamento de Cristo con fe, amor y obediencia, confiando en que nuestras acciones tendrán un impacto eterno si están alineadas con Su propósito. En resumen, la obra de Dios es completa y suficiente para nuestra salvación, y nuestra respuesta debe ser una vida de servicio y gratitud, construyendo con fidelidad sobre lo que Él ya ha hecho.