Sermon'e

en September 4, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Fuertes en la Palabra, in tema Descubriendo la voluntad de Dios & libros Efesios, Juan, Lucas, Mateo, Romanos, Santiago.

Verdades sorprendentes

♥En nuestra vida cotidiana, podemos enfrentar situaciones que desafían nuestras creencias y expectativas. Hoy exploraremos algunas verdades sorprendentes que Jesús reveló a lo largo de su ministerio, las cuales transformaron vidas y continúan haciéndolo. Estas verdades nos llevan a reflexionar profundamente sobre la relación entre Dios y nosotros, y cómo podemos vivir conforme a su propósito. El Conocimiento de Dios es Vida Eterna Texto: Juan 17:3 Jesús, en su oración al Padre, nos revela que la vida eterna consiste en conocer al único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien Él envió. Este conocimiento no se refiere solo a un entendimiento intelectual, sino a una relación personal y profunda con Dios. Esta verdad es sorprendente porque muchas veces pensamos que la vida eterna es algo que se obtiene después de la muerte, cuando en realidad comienza ahora, en nuestra comunión diaria con Dios. Estábamos Muertos, Pero Ahora Vivimos Texto: Efesios 2:1 y Lucas 15:23-24 Pablo nos recuerda en Efesios que antes de conocer a Cristo, estábamos espiritualmente muertos en nuestros delitos y pecados. Esta es una realidad que puede ser difícil de aceptar, pero Jesús nos lo ilustra en la parábola del hijo pródigo. El padre dice: “Este mi hijo muerto era, y ha revivido”. La salvación es un milagro de vida, un regreso de la muerte a la vida. La Salvación es un Regalo Inmerecido Texto: Efesios 2:8-9 y Romanos 3:20-26 La gracia es uno de los conceptos más sorprendentes del Evangelio. No podemos ganar nuestra salvación por medio de obras; es un regalo de Dios. Esto va en contra de nuestra tendencia natural a querer ganarnos las cosas por mérito. Pablo enfatiza en Romanos que nadie puede justificarse ante Dios por sus obras; todos hemos pecado y solo somos justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención que es en Cristo Jesús. El Mayor en el Reino es el Siervo de Todos Texto: Mateo 23:11-12 En un mundo que valora la autoridad y el poder, Jesús nos dice que el mayor en el Reino de los Cielos es el que se humilla y sirve a los demás. Esto desafía las normas culturales y sociales, invitándonos a revaluar nuestras prioridades y nuestro concepto de grandeza. El servicio humilde es lo que realmente nos eleva en el Reino de Dios. La Fe Perseverante es Recompensada Texto: Mateo 15:21-28 En este pasaje, encontramos a una mujer cananea que, a pesar de ser rechazada inicialmente, no cesa en su súplica a Jesús. Su fe perseverante le valió el elogio de Jesús y la sanación de su hija. Esta verdad nos enseña que la fe genuina no se rinde ante las dificultades, sino que persiste, confiando en que Dios responderá a su debido tiempo. Dios Da Gracia a los Humildes Texto: Tiago 4:6-8 Santiago nos recuerda que Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Este pasaje nos invita a acercarnos a Dios con humildad, reconociendo nuestra necesidad de Él. Solo al someternos a Dios y resistir al diablo podremos experimentar la cercanía con el Señor y la purificación. Las verdades que hemos explorado hoy no solo nos desafían, sino que también nos transforman. Dios nos llama a vivir una vida sorprendente, llena de su gracia y poder. Al aplicar estas enseñanzas a nuestras vidas, experimentaremos el propósito y la plenitud que solo pueden encontrarse en Él. Sigamos escudriñando las Escrituras y permitiendo que estas verdades cambien nuestras vidas desde lo más profundidad.

en September 1, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in tema Septiembre mes de la sabiduría & libros 1 Samuel, Gálatas, Génesis, Jeremías, Juan.

¿Cómo glorifico a Dios?

Hoy vamos a reflexionar sobre cómo glorificar a Dios, tomando como base el texto de Juan 15:1-8. Jesús, en esta parábola, se describe a sí mismo como la vid verdadera y nos invita a permanecer en Él para dar mucho fruto. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Cómo podemos dar fruto y, por ende, glorificar a Dios en nuestras vidas? Permanecer en Cristo (Juan 15:1-4) Jesús es la vid verdadera, y nosotros somos las ramas. Sin Él, nada podemos hacer. Para glorificar a Dios, lo primero que debemos hacer es permanecer en Cristo. Esto implica una relación continua y activa con Él. No se trata solo de creer, sino de vivir conectados a la fuente de vida que es Cristo. 1 Samuel 1:6-7: La historia de Ana, quien fue provocada por Penina debido a su esterilidad, nos muestra la importancia de la perseverancia en la fe y en la oración. A pesar de su dolor, Ana permaneció en Dios y confió en Él, y finalmente, Dios le dio a Samuel, quien sería un gran profeta. Glorificamos a Dios cuando, en medio de las pruebas, seguimos confiando y permaneciendo en Él. Dar fruto que glorifique a Dios (Juan 15:5-8) El propósito de permanecer en Cristo es dar fruto. Este fruto es el resultado de una vida obediente y transformada por el Espíritu Santo. En Gálatas 5:22, el apóstol Pablo describe el fruto del Espíritu: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza“. Este es el tipo de fruto que glorifica a Dios y demuestra nuestra conexión con Él. Génesis 26:1 y 12: En tiempos de hambre, Isaac decidió obedecer a Dios y no fue a Egipto, sino que se quedó en la tierra que Dios le indicó. Como resultado de su obediencia, Isaac cosechó cien veces más de lo que sembró, lo que fue un testimonio del poder y la fidelidad de Dios. De la misma manera, cuando nuestras vidas producen el fruto del Espíritu, damos testimonio de la grandeza de Dios y le glorificamos. El Proceso de la Santificación (Jeremías 18:2) El proceso de glorificar a Dios no es instantáneo; es un proceso continuo de santificación y transformación, como el trabajo del alfarero con el barro. Jeremías 18:2: Dios le pide a Jeremías que baje a la casa del alfarero. Allí, el alfarero estaba trabajando con el barro, moldeándolo según su voluntad. Así es Dios con nosotros: nos moldea y nos forma para ser vasos útiles para Su gloria. Aceptar este proceso y permitir que Dios nos transforme es otra manera de glorificarlo. Glorificar a Dios es el propósito principal de nuestras vidas. Lo hacemos permaneciendo en Cristo, dando fruto que refleje Su carácter como se describe en Gálatas 5:22, y permitiendo que Él nos moldee a través del proceso de santificación. Como seguidores de Cristo, nuestra meta debe ser siempre honrar a Dios en todo lo que hacemos, sabiendo que, al hacerlo, estamos cumpliendo con el propósito para el cual fuimos creados.

en August 4, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in temas El propósito de nuestra vida, Guerra Espiritual & libros Apocalipsis, Génesis, Juan, Mateo.

Verdaderamente libres

Querida congregación, nos reunimos bajo el poderoso tema “Verdaderamente libres”, basado en el versículo de Juan 8:36: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. Vivimos en un mundo que constantemente nos promete libertad: libertad financiera, libertad de tiempo, libertad personal. Sin embargo, ¿qué significa ser verdaderamente libres? Jesús nos da la respuesta en Juan 8:36. La verdadera libertad no viene de las circunstancias externas, sino de una relación profunda y transformadora con Él. Comencemos con Mateo 12:43, donde Jesús describe lo que sucede cuando un espíritu impuro sale de una persona. El espíritu vaga buscando descanso, pero al no encontrarlo, decide regresar a la persona de donde salió. Si la encuentra “desocupada, barrida y adornada”, trae consigo a otros siete espíritus más malvados, y la condición final de esa persona resulta peor que la inicial. Esto nos muestra que simplemente deshacerse de las malas influencias no es suficiente. Necesitamos llenar nuestro corazón con algo más fuerte y permanente: la presencia de Jesús. Solo Él puede llenar el vacío y protegernos contra el retorno del mal. En Apocalipsis 3:5, Jesús promete: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles”. Ser verdaderamente libres implica una transformación interna que se refleja en nuestras vidas externas. Vestir vestiduras blancas simboliza pureza, redención y una nueva identidad en Cristo. En Juan 14:23, Jesús dice: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. La verdadera libertad se encuentra en vivir en comunión con Dios. Cuando guardamos Su palabra y vivimos según Sus mandamientos, experimentamos la libertad que proviene de estar en Su presencia. Dios mismo hace morada en nosotros, guiándonos y fortaleciendo nuestra vida diaria. Veamos Génesis 35:1-5, donde Dios le dice a Jacob que suba a Betel y habite allí, y que haga un altar al Dios que le apareció cuando huía de su hermano Esaú. Jacob instruye a su familia a deshacerse de los dioses extranjeros que tienen, purificarse y cambiarse de ropa. Este acto de purificación y renovación simboliza el abandono de las viejas costumbres y la adopción de una nueva vida dedicada a Dios. Finalmente, en Apocalipsis 3:20, Jesús nos dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. La verdadera libertad comienza con una decisión personal de abrir la puerta de nuestro corazón a Jesús. Él nos invita a una relación íntima y personal con Él, donde encontramos paz, propósito y verdadera libertad. Amados hermanos y hermanas, la verdadera libertad no se encuentra en el mundo, sino en Jesús. Él nos ofrece una libertad que transforma, que purifica y que nos llena de Su presencia. Al abrirle nuestro corazón y permitirle morar en nosotros, experimentamos una vida nueva, una vida verdaderamente libre. Oremos para que cada uno de nosotros pueda vivir en esa libertad que solo Jesús puede dar. Que podamos vestirnos de vestiduras blancas, guardar Su palabra y vivir en comunión con Él cada día. Amén.

en July 31, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Fuertes en la Palabra, in tema Familias que dan frutos & libros 1 Samuel, 3 Juan, Hechos de los apóstoles, Juan, Romanos.

La prosperidad del alma

Nos reunimos para reflexionar sobre un tema que a menudo se pasa por alto en nuestras ocupadas vidas: la prosperidad del alma. En 3 Juan 1:2, el apóstol Juan escribe: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. Este versículo nos muestra la importancia de cuidar no solo nuestro bienestar físico y material, sino también nuestro bienestar espiritual. Para profundizar en este tema, consideremos algunas historias bíblicas que nos muestran cómo la prosperidad del alma se manifiesta en la vida de los creyentes. Las tres facultades del alma son la mente, que son las cosas que pensamos, la mente esta muy conectada a la fe, las emociones son lo que sentimos, y la voluntad son las cosas que hacemos. Debemos cuidar nuestra alma ya que el enemigo puede accesar a nosotros mediante el alma, por eso debemos tener prosperidad del alma para que asi desde el pensamiento este cautivo al señor, Cristo y no pueda entrar el enemigo en pensamiento, en voluntades, pero debemos entregarle a Dios todos nuestros pensamientos cautivos. Cuidar el Alma: La Historia de Ana (1 Samuel 1:1-28) En el primer libro de Samuel, encontramos la historia de Ana, una mujer que enfrentó el dolor de la esterilidad. Ana era una mujer piadosa que, a pesar de su sufrimiento, no dejó de buscar a Dios. Su alma estaba afligida, pero su fe y esperanza en el Señor la llevaron a orar fervientemente. Dios escuchó su clamor y le dio un hijo, Samuel. Esta historia nos enseña que la prosperidad del alma no se mide por la ausencia de problemas, sino por nuestra capacidad de mantener la fe y la esperanza en medio de las dificultades. La Prosperidad del Alma y la Generosidad: Cornelio (Hechos 10:1-4) En Hechos 10, encontramos a Cornelio, un centurión romano que era conocido por su devoción a Dios y su generosidad hacia los necesitados. Aunque no era judío, su alma prosperaba porque vivía una vida de obediencia y amor. Dios reconoció su corazón y envió a Pedro para llevarle el mensaje de salvación. La historia de Cornelio nos muestra que una alma próspera es aquella que vive en obediencia a Dios y se preocupa por el bienestar de los demás. Paz en Medio de la Tribulación: Las Palabras de Jesús (Juan 16:33) En Juan 16:33, Jesús nos dice: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Jesús nos promete paz en medio de las tribulaciones. La verdadera prosperidad del alma se manifiesta en la paz que sentimos, sabiendo que, a pesar de las dificultades, Jesús ha vencido al mundo. Esta paz nos permite enfrentar cualquier situación con confianza y serenidad. La Bendición de la Fe: La Familia de Samuel (1 Samuel 2:17-21) Después del nacimiento de Samuel, Ana continuó cumpliendo su promesa de dedicar su hijo al Señor. Su fe no solo llevó a la prosperidad de su alma, sino también a la bendición de su familia. Dios le dio más hijos e hijas, demostrando que la prosperidad del alma a menudo lleva a bendiciones tangibles en nuestras vidas. La fidelidad y el compromiso de Ana con Dios no solo trajeron gozo a su corazón, sino también abundancia a su hogar. La Fidelidad de Dios (Romanos 11:1) En Romanos 11:1, Pablo nos recuerda la fidelidad de Dios hacia su pueblo: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera.” Dios es fiel y nunca nos abandona. La prosperidad del alma se basa en esta verdad fundamental: somos amados y cuidados por un Dios fiel. Al cultivar nuestra relación con Él, experimentamos una prosperidad que trasciende lo material y lo temporal. En hebrero 11:1 nos dice pues la fe es la certeza de lo que se espera, es porque aun no hay nada en lo material, y tener la convicción de lo que no se ve, la fe es tener la convicción de que hay esta lo que no es natural lo saque Dios, porque el justo vivira no por vista, si no por fe. Queridos hermanos y hermanas, que busquemos siempre la prosperidad de nuestras almas, sabiendo que al hacerlo, estamos alineándonos con la voluntad de Dios para nuestras vidas. Que la paz, el amor y la fidelidad de Dios llenen nuestros corazones hoy y siempre. Amén.

en June 30, 2024 — por .
Este contenido es parte de una serie Celebrando la gracia, in libros Efesios, Ezequiel, Juan, Lucas, Mateo & .

Una Iglesia viva en Cristo

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, Hoy nos reunimos bajo el amor y la gracia de nuestro Señor, para reflexionar sobre lo que significa ser una iglesia viva. Nuestro punto de partida es Juan 15:1-5, donde Jesús se presenta como la vid verdadera y nosotros como los pámpanos. Nos recuerda que solo permaneciendo en Él podemos dar fruto. La vida de la iglesia es un reflejo de esta verdad. Estamos llamados a ser una comunidad que permanece en Cristo, y esto se manifiesta de diversas maneras. En Efesios 4:11-16, el apóstol Pablo nos habla sobre los dones que Cristo ha dado a su iglesia: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Todos estos roles existen para edificar el cuerpo de Cristo, para que lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios. Una iglesia viva es aquella que crece en madurez espiritual, donde cada miembro utiliza sus dones para edificar a los demás. Cuando trabajamos juntos, unidos por el amor y el propósito de Cristo, nos fortalecemos mutuamente y avanzamos en nuestro camino de fe. Lucas 10:25-35 nos presenta la parábola del buen samaritano, una enseñanza poderosa sobre el amor y la compasión. Una iglesia viva no puede estar encerrada en sí misma; debe extender sus manos y su corazón hacia los necesitados, hacia aquellos que sufren. Somos llamados a ser buenos samaritanos, a actuar con misericordia y justicia. Cuando vivimos el amor de Cristo de manera práctica, el mundo puede ver a través de nuestras acciones el poder transformador del evangelio. En Mateo 28:18-20, Jesús nos da la gran comisión: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. La misión de la iglesia no es estática, sino dinámica y expansiva. Somos enviados a llevar el mensaje de salvación a cada rincón del mundo. Una iglesia viva es misionera por naturaleza, comprometida en hacer discípulos y en enseñar las verdades de Cristo. Finalmente, en Ezequiel 37:1-6, encontramos la visión del valle de los huesos secos. Dios le pregunta al profeta: “¿Podrán revivir estos huesos?”. Y ante la respuesta de Ezequiel, Dios le ordena que profetice sobre ellos, y los huesos cobran vida. Esto nos recuerda que no importa cuán secos o muertos nos sintamos, el Espíritu de Dios tiene el poder de darnos vida. Una iglesia viva es aquella que depende del Espíritu Santo, que busca su guía y su poder para renacer y revitalizarse. Hermanos y hermanas, ser una iglesia viva significa permanecer en Cristo, edificar y ser edificados, mostrar compasión y amor, cumplir con nuestra misión y depender del Espíritu Santo. Que cada uno de nosotros busque ser un canal de vida y bendición, y juntos, como cuerpo de Cristo, reflejemos la gloria de nuestro Señor al mundo. Que Dios nos bendiga y nos guíe en este camino de ser una iglesia verdaderamente viva. Amén.

en June 2, 2024 — por .

Jesús en el centro

La vida cristiana se fundamenta en tener a Jesús en el centro de nuestras vidas. Este principio se refleja claramente en las Escrituras, donde vemos cómo la presencia de Jesús transforma y da propósito a cada aspecto de nuestra existencia. Hoy, vamos a explorar varios textos bíblicos que nos ayudan a entender la importancia de mantener a Jesús en el centro de nuestras vidas y nuestras comunidades. Texto Principal: Hechos 4:32-37 “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.” En este pasaje, vemos una comunidad de creyentes que tiene a Jesús en el centro. Esta unidad y generosidad surgen de su compromiso con Cristo. El resultado es una comunidad donde nadie tiene necesidad porque todos comparten lo que tienen. La presencia de Jesús en sus vidas les lleva a vivir en un amor y cuidado mutuo ejemplar. Ejemplo Negativo: Hechos 5:1-11 “Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?…” Este pasaje contrasta fuertemente con el anterior. Ananías y Safira intentaron engañar a la comunidad, poniendo su propio interés por encima de la verdad y la transparencia. La gravedad de su pecado radica en que apartaron a Jesús del centro de su vida, lo que llevó a su juicio inmediato. Esto nos recuerda la importancia de la integridad y de mantener a Jesús como el núcleo de nuestras acciones. Salvación en Jesús: Hechos 16:31 “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” Este versículo nos muestra la promesa de salvación que se encuentra en Jesús. Al poner nuestra fe en Él, no solo encontramos salvación personal, sino también bendición para nuestras familias. Jesús en el centro significa confiar plenamente en Su capacidad para salvar y transformar vidas. Jesús y la Samaritana: Juan 4:7-8, 27-34 “Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él. Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. Él les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían entre sí: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.” Este encuentro muestra cómo Jesús en el centro rompe barreras sociales y culturales. La mujer samaritana encuentra en Jesús una fuente de vida y verdad que transforma su vida y la de su comunidad. Los discípulos aprenden que hacer la voluntad de Dios es más importante que las necesidades físicas. Jesús debe ser el centro de nuestro ministerio y de nuestras relaciones. Exhortación Final: Apocalipsis 3:11 “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.” Esta exhortación final nos recuerda la inminencia del regreso de Cristo. Mantener a Jesús en el centro implica perseverar en nuestra fe y en nuestra dedicación a Él, asegurándonos de no perder la recompensa que nos espera. Mantener a Jesús en el centro de nuestras vidas significa vivir en unidad, generosidad, integridad y fe. Es reconocer que nuestra salvación y propósito se encuentran en Él y que nuestras acciones deben reflejar Su amor y verdad. Que cada aspecto de nuestra vida esté centrado en Jesús, asegurándonos así una vida plena y una eternidad con Él.