Queridos hermanos y hermanas, hoy vamos a reflexionar sobre un tema muy especial: “Familias que dan frutos.” Nuestro texto base se encuentra en Salmos 128:1-5. Permítanme comenzar leyendo estos versículos:
Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos. Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien. Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que así será bendecido el hombre que teme a Jehová. Bendígate Jehová desde Sion, y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida.
Imaginen conmigo a una familia subiendo a Jerusalén para las festividades. Cantan este salmo mientras ascienden, con una mezcla de esperanza y alegría. Este salmo es una celebración de las bendiciones que Dios otorga a aquellos que le temen y siguen sus caminos.
El primer versículo nos dice: “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos.” La palabra “bienaventurado” significa más que simplemente ser feliz. Es una profunda satisfacción y alegría que viene de vivir en reverencia y obediencia a Dios. No se trata de un miedo paralizante, sino de un respeto amoroso y reverencial. Imaginen a un padre amoroso, cuya presencia y guía inspiran tanto amor como respeto.
Cuando tememos a Dios y andamos en sus caminos, todo en nuestra vida empieza a alinearse. El trabajo de nuestras manos es bendecido. El versículo 2 nos dice: “Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien.” Piensen en el gozo que se siente al ver los frutos de nuestro esfuerzo. Dios no solo nos da el privilegio de trabajar, sino también la satisfacción de disfrutar de los frutos de nuestro trabajo.
Y ahora, miremos la imagen hermosa que el salmista usa para describir a la familia: “Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.” La vid y el olivo son símbolos de prosperidad y bendición en la cultura bíblica. Una esposa que es como una vid fructífera, y niños como plantas de olivo, representan una familia llena de vida y productividad.
Estas imágenes nos recuerdan que una familia centrada en Dios es una familia que prospera. No solo en términos materiales, sino en amor, en unidad y en gozo. He visto en muchas familias de nuestra comunidad cómo la dedicación a Dios trae paz y bendiciones inimaginables.
El salmo continúa diciendo: “He aquí que así será bendecido el hombre que teme a Jehová. Bendígate Jehová desde Sion, y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida.” La bendición de Dios no se limita a nuestras vidas individuales. Cuando seguimos a Dios, nuestra influencia se extiende a nuestra comunidad y a nuestra nación. Familias fuertes, fundamentadas en el temor de Dios, contribuyen a una sociedad más justa, más compasiva y más próspera.
Queridos hermanos, quiero invitarlos a reflexionar sobre la manera en que estamos viviendo nuestras vidas y conduciendo nuestras familias. ¿Estamos temiendo a Dios y andando en sus caminos? ¿Estamos viendo las bendiciones en nuestro trabajo y en nuestras familias? ¿Estamos contribuyendo al bienestar de nuestra comunidad?
Les animo a renovar su compromiso con Dios hoy. Pongamos a Dios en el centro de nuestras familias. Oremos juntos, pidiendo a Dios que nos ayude a vivir conforme a su voluntad, para que nuestras familias sean como esa vid fructífera y esos olivos alrededor de nuestra mesa.